Por favor, arregle mi habitación y no moleste

La lucha de las Kellys

La precariedad laboral no es suficiente estímulo para vencer el miedo y acudir a la cita. Eso es lo que cuentan las dos representantes de la Asociación Las Kellys, las camareras de piso de Gran Canaria. El lugar de la cita es la Plaza de la Fuente Luminosa, donde a la hora del encuentro, la única luz es la del atardecer de agosto, aún no luce como lo hará cuando anochezca: chorros de agua de colores enmarcando la bandera española.

Solo dos kellys: Marcia Díaz y Olga Romero. El resto de los presentes en la manifestación suman apenas cincuenta personas, entre simpatizantes de su causa y representantes políticos. Las dos mujeres llevan sendas camisetas verdes, al igual que algunos manifestantes, con el lema Asociación las Kellys Gran Canaria. Organízate si no quieres que te organicen.

La carrera de Marcia como camarera de piso ha consistido hasta ahora en pasar de una ETT a otra. En los 18 años que lleva trabajando en la hostelería, sus hitos más importantes han sido ser contratada fija por dos veces y un despido improcedente: «Cinco bajas médicas por operaciones en las manos, y a la calle», relata.

Lo que reivindica junto a su compañera Olga está por escrito, no se trata de ninguna petición que implique la colaboración política para elaborar una propuesta a discutir en el Parlamento. Lo que piden es la aplicación del convenio existente en el sector a las trabajadoras que, como ellas, están externalizadas.

«Estamos trabajando con contratos de 6, 5 o 4 horas. Contratos diarios que no son legales en la hostelería y, además, no respetan los horarios. No somos peones de la construcción».

Kellys, camareras de piso, turismo, Canarias
Marcia Díaz

Marcia no sonríe. Lleva una pancarta en la que se lee el mismo lema de las camisetas. Mira a la cámara, extrañada y pensativa,  frente a algunos incondicionales que portan pequeñas cartulinas verdes con diversas reivindicaciones y un cartel más grande con la inscripción Por unas condiciones de trabajo dignas. Una bandera de la CNT sobresale del grupo, casi todos hombres, situado en un rincón de la plaza.

Marcia, ¿dónde están tus compañeras?

«La Asociación de las Kellys en Gran Canaria la formamos cuatro mujeres, pero tenemos muchas simpatizantes que no quieren dar la cara por miedo. No quieren mostrarse, pero también están dando la batalla».

Olga Romero tiene 34 años y es la portavoz de la asociación. Lleva un megáfono en la mano que no le hace falta para nada. Todos pueden escuchar, sin necesidad de que alce la voz, el mismo mensaje: muchas de las trabajadoras tienen miedo. Ella no lo tiene.

«Te ponen una cantidad de trabajo que es imposible terminar en las cuatro o cinco horas por las que te contratan, y acabas haciendo ocho. El maltrato psicológico, en la mayoría de los casos, es constante por parte de gobernantes, subgobernantas, directores…, pero si te quejas, al día siguiente ya no trabajas».

Kellys, camareras de piso, turismo, Canarias
Olga Romero

Cada vez son más los turistas que vienen a dormir, comer, bañarse en piscinas y playas y disfrutar de la amabilidad “innata” de los canarios. Los propagadores de buenos augurios cuentan que cada vez se crea más trabajo en el sector. Entonces quizá sea más fácil encontrarlo.

«No te puedes arriesgar a que te “fichen” —por decirlo de alguna manera— . Si protestas no solo te cierras las puertas en un hotel, sino en seis, siete o la mitad de Playa del Inglés, Mogán o Puerto Rico. Las ETT trabajan con muchos».

La historia no parece nueva. La habremos escuchado o vivido tantas veces que casi pasa desapercibida. Fuertes contra débiles, lo de siempre. El runrún cotidiano apaga los gritos de disidencia: apenas una nota de prensa, unas fotografías y unas declaraciones para la hemeroteca.

El ir y venir en la Avenida Marítima, los chorritos de colores de la fuente, la bandera allá arriba, un grupo de inconformistas entre las palmeras. No parece una bonita estampa para ser fotografiada por ningún turista, y tampoco a nosotros parece interesarnos.

Lo importante es que cuando las luces se enciendan miles de turistas habrán vuelto ya de la playa y un puñado de mujeres y hombres les tendrán preparada la cena. Luego se irán a la cama, milagrosamente recompuesta en tiempo récord. A la mañana siguiente se levantarán a desayunar, volverán a la playa y así día tras día. La maquinaria del paraíso nunca para.


Fotografías de Manu Navarro y la colaboración de Sabina Ortega

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