Museo Néstor, Daniel Montesdeoca

Entrevista a Daniel Montesdeoca

«Cuando un pueblo desconoce su identidad y su patrimonio, poco futuro tiene»

Son las nueve de la mañana y Daniel Montesdeoca, director del Museo Néstor, termina de barrer el patio principal del recinto del Pueblo Canario. Una escoba y un recogedor azul le sirven para adecentar los adoquines y quitar los restos de plásticos y colillas que, minutos antes, los barrenderos no han sabido dispersar.

Es un día gris, pero eso no desanima al director de la entidad, quien, después de catorce años sigue dirigiendo una de las entidades patrimoniales más icónicas de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Con más de sesenta años de historia, la institución guarda el legado artístico del pintor Néstor Martín Fernández de la Torre como seña de la cultura canaria. Si bien se replantea su futuro y busca el acercamiento a la población y a los turistas a través de la dinamización y habilitación del espacio.

Una de las áreas que ha remarcado el Monitor de las Ciudades Europeas de la Cultura ha sido la museística, y la primera parada se centra en uno gestionado por el Ayuntamiento de la capital grancanaria.

Montesdeoca se sienta tras un escritorio repleto de papeles y libros para hablar sin ambigüedades, claro y conciso.

***

¿Cuál es el estado cultural de Las Palmas de Gran Canaria?

Creo que hay una oferta buena dentro de las ciudades de nuestro ámbito, teniendo en cuenta la insularidad, la geografía y la lejanía que hay de cualquier centro de transmisión cultural. Hay una oferta enorme: Festival de Ópera, Festival de Zarzuela, Festival de Jazz, Festival de Teatro y Danza, tenemos muchísimos más museos que en algunas ciudades españolas, dos auditorios espectaculares, el Teatro Pérez Galdós y el Auditorio Alfredo Kraus, además con el Teatro Guiniguada, el Teatro Cuyás… Tenemos muchísima oferta. La cuestión es que después, no sé qué es lo que pasa, que la gente dice “qué poco hay”. ¿Cómo que qué poco hay? Además, siempre nos intentan echar en cara a nosotros lo que es la difusión. Al contrario, difundimos nuestra programación en todos los medios, en nuestras redes, en televisión, radio, prensa… ¿Qué es lo que falla entonces?

Esa es la pregunta.

Pues el interés de la gente, simple y llanamente. El interés de la propia población. Al fin y al cabo, los que utilizamos esa cultura, los que aparejamos esa cultura con la socialización somos los mismos.

Ese desinterés puede venir dado también por muchos factores socio-culturales, económicos que hay en la isla.

Sí. Yo he estudiado en Madrid, en Salamanca, en Escocia, y, por suerte, soy una persona que ha viajado muchísimo y me encuentro que esté en el sitio que esté, aquellos que consumimos arte, teatro, danza, siempre somos los mismos. ¿Cuál es el reto? Llegar más allá. Poder captar a la población y que se interese por esto. Pero cuando vives en un país en el que la música no existe dentro del panorama educativo, donde no se incentivan las artes y las humanidades como se debiera y demás, pues…

Hablamos de un problema de raíz.

Totalmente. Un ejemplo, este museo que tiene el departamento pedagógico más antiguo del Archipiélago con más de treinta años y novedoso, intentando dar un paso adelante. ¿Cuántos miles de niños han pasado por el Museo Néstor? Miles. ¿Qué es lo que pasa? Que todo el mundo me dice “yo vine aquí de pequeño” y no vuelven. No vuelve al museo. Y eso es una pena porque tampoco vuelven a mostrar la visita a sus amigos, a quienes vienen a visitar las islas… Y no lo enseñan.

Esta era una de las apreciaciones que se mostraban en el Monitor Europeo, en cuanto a la accesibilidad de los espacios culturales. ¿Qué imagen se lleva realmente el turista de lo que es la cultura canaria?

Ninguna. Las identidades están desapareciendo. A ti te da lo mismo que vayas a Mykonos como que vayas a Creta. Las identidades están desapareciendo. Tú vas al sur y es como si estuvieras en cualquier sitio, y puedes comer, además, lo que hay en tu tierra. Es esa sociedad global que, desgraciadamente, está matando las identidades, lo cual es muy peligroso. Sí que es buena cierta homogenización en muchos aspectos, pero en otros no. Y eso es lo que Néstor nos advirtió desde la década de los 30, que nosotros teníamos que ofertar un turismo en el que se explicitara la identidad del pueblo canario. Hay un libro llamado “Habla Néstor” donde él nos advierte de los disparates que vamos a cometer. Y lo hace entre los años 1932 y 34, antes de fallecer. Y nos dice “el futuro de Gran Canaria vendrá por Maspalomas, no hagamos con ella lo que hicimos con Las Canteras”. ¿Le hemos hecho caso? No.

Advirtió: “la mayor garantía de Gran Canaria es su paisaje”. ¿Qué hemos hecho? Destruirlo, que esto es un adefesio por donde vayas. Te vienes de Agaete a Las Palmas y dices, dios mío bendito, ¿cómo hemos podido mancillar toda esa costa que es una preciosidad?

Tal vez no sucede lo mismo en otras islas.

No sucede lo mismo en tanto en cuanto que esas islas no tienen la presión demográfica que tiene Gran Canaria y Tenerife. Son las islas que están más destrozadas. Y Lanzarote, que desde que se fue César… Allí el dislate también es tremendo. Ninguna de las siete ciudades capitalinas ha logrado conciliar un urbanismo inteligente con la comprensión del paisaje que las circunda. Pues, ¿cómo es posible que tú, viendo lo que ha pasado en estos cincuenta años, todavía sigas permitiendo como político y como sociedad, porque la culpa es nuestra ya que esos señores están votados por nosotros, que se sigan tirando casas de estilo canario para construir adefesios dentro de una ‘contemporaneidad’? Entonces, estamos locos.

Viniendo hacia acá recordé el post que se escribió acerca de la palmera que se encontraba en la calle Francisco González Díaz, en el que aludía a una «mal entendida modernidad», ¿a qué se refería?

Los conductores protestaban por la palmera. Y yo digo, esa palmera está hace cien años, antes de que se hiciera la calle. El problema del canario, y por extensión a los españoles, es una cierta desafección hacia la naturaleza. Aquí el canario coge una finca y en tres meses la convierte en un vertedero. Coge una chapa de uralita para meter al baifito, coge cuatro tinas y las tira allí. Es inexplicable.

¿La concienciación?

La concienciación, algo que sí logró e intentó hacerlo, aunque es algo tan… Fina esa línea, fue César, cuando le habla al pueblo y le dice: “no, ustedes tienen que proteger su isla”. Y él lo consiguió. Logró que ciertos políticos y que muchísima gente le siguiera, pero el pobre César recibió críticas y palos.

Yo ahora tengo 51 años y solía ver a los alumnos del instituto como el Pérez Galdós, el Tomás Morales, salir de las clases y te decías “¡cuánta gente estudiando! Esta sociedad tiene que cambiar”, y yo lo pensaba por aquellas fechas. ¿Y qué ha cambiado? Si cada vez somos más catetos. No leemos, no consumimos cultura, no vamos a un concierto.

Tal vez la habilitación de salas culturales a pie de calle, más eclécticas, como podrían ser La Fábrica de La Isleta o la Asociación Atlas, ¿serían la alternativa?  

Es un eslabón más. No solamente se puede vivir de eso. Es más, yo me opuse a que se hiciera en el San Martín el Museo de Bellas Artes.

¿Por qué?

La accesibilidad. Si tienes una sociedad que no consume y le obligas a ir al quinto demontre a buscarla… En su momento, yo propuse que se hiciera en un edificio que pertenecía a la Caja de Canarias, que era su sede central en la calle Triana, por donde pasa todo hijo de vecino. El propio y el que nos visita. Unas buenas banderolas, a pie de calle y abierto, por lo menos tendrías muchísima más facilidad de que esa gente no tuviera miedo a enfrentarse a esa cultura, puesto que ese es otro problema.

A mí me suelen llamar de Radio Las Palmas, que tiene un perfil que conocemos, y mi diatriba cada vez que me llama Dulce [Dulce María Facundo] es “no tengan miedo a enfrentarse a la cultura”. Aquí no se es ni más ni menos inteligente por saber más, simple y llanamente usted acérquese al museo y vea la belleza. Disfrute de la belleza. No tiene ni que reinterpretar, sino decir “me gusta” y ya está. Ni con esas consigues que la gente se acerque.

Ese rechazo a lo que se entiende cultura por elitismo.

Por regla general la gente cree que hay que tener una preparación excelsa. Y no, no es así. Te tienes que emocionar por los sentimientos que te producen un cuadro o una fotografía.

Acaba de nombrar el próximo Museo de Bellas Artes de Gran Canaria, del cual es usted miembro del Consejo Asesor. ¿Cuál es el futuro del mismo?

La cuestión es que ya que se empezó en el San Martín, pues hay que seguir, sobre todo porque es uno de los mejores edificios de la arquitectura del XVIII en Gran Canaria. Lo que hay que hacer es naturalizar el paisaje. Lo he dicho por activa y pasiva. No solamente soy historiador del arte, además, soy museógrafo y experto en montaje de exposiciones, lo cual te da una perspectiva totalmente diferente. Me senté en la Plazoleta del Espíritu Santo y vi que no subía nadie por la calle. Vamos a ver, tengo un amigo danés y le dije: “Christian, ¿qué pasa en esta calle?”. Y me dice: “Muy bonita, pero no me atrae”. ¿Por qué? Tú te encuentras unas aceras estrechas, una cantidad de tráfico que pasa como si fueran balas, entonces, para remediarlo haces unas aceras más anchas, colocas unas palmeritas, e invitas al visitante a decir “qué bonita esa calle”. Creas expectativa. Y una buena señalética, por supuesto.

La cual está centrada en la parte de Vegueta.

Otra de mis diatribas ha sido exteriorizar el Museo desde la calle León y Castillo. No me han dejado nunca poner una banderola en la parte de atrás.

¿Por qué no?

Porque puede haber caída, hay normas… Pero la pondré.

En el Monitor de Ciudades Europeas de la Cultura, publicado este mes de mayo por la Unión Europea, la capital obtiene una puntuación del 26’2 en «Visitantes de Cine» mientras que los museísticos no superan el 6’6. ¿Por qué cree que sucede esto?

Estamos vulgarizando la cultura.

¿Vulgarizando?

Sí. A mí siempre me han tachado de elitista, pero porque no me han entendido nunca. ¿Cómo es posible que se compare un cine con un museo? Cuando sus parámetros son distintos en todos los aspectos. No podemos convertir un museo en una fiesta continua dando conciertos, espectáculos ininterrumpidamente, y esto es lo que te da el cine. Posee una oferta inmensa, en cambio, en el museo es imposible, no hay capacidad económica para hacerlo, la gente no sabe cuánto cuesta una exposición. Eso en principio. Mientras que tú por ir al cine pagas —y nos quejamos porque nos parece caro— una infraestructura donde gana el empresario, aquí nuestro rédito consiste en la satisfacción de la persona que visita y disfruta de la programación que hemos creado.

Uno de los puntos de los que adolece la ciudad es de la escasa formación artística y cultural que se oferta. Por ejemplo, la ULPGC no hay ningún grado relacionado con las Artes y la Comunicación, tan solo algún máster en el ámbito de la Gestión del Patrimonio y la Arqueología. Cuando contemos con el Museo de Bellas Artes, ¿también se hará una petición de estudios superiores relacionados con el mundo cultural? Debido, principalmente, a que en 

La Universidad siempre tiene que estar presente. Aquí se da Historia, además, preparamos a mucha gente en los distintos másteres de Patrimonio, etc. Y cuando el Museo de Bellas Artes esté asentado ha de ser un foco que irradie esa formación. Pero estoy en contra de eso, de traer los demás grados. Si fuera por mí, hasta Arquitectura desaparecería de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Puesto que el canario tiene que salir, tiene que ver. Yo salí con 16 años y me busqué la vida como pude y eso, a su vez, te ayuda a crecer como persona. Lo queremos todo aquí, con mamá y papá y que nos den el dinero. Y no aprendemos, no vemos mundo.

No obstante, las necesidades económicas de Canarias dificultan esas cuestiones.

Eso te ayuda cuando estás fuera de aquí. Cuando estás becado, cuando vas de Erasmus… Estás viendo algo diferente.

¿Es necesario salir para activarse culturalmente?

Es necesario. Estamos en el quinto carajo y no salimos de una sociedad que es mínima. En un momento dado nos ha hecho bastante daño —y lo digo hasta de los arquitectos— quedarnos. También es verdad que Internet te acerca al mundo, pero no es lo mismo verlo en una pantalla que estar allí en directo. Un ejemplo está en lo que hizo el arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre, el hermano de Néstor, quien recorrió toda Europa viendo la arquitectura y decidió “llevar el racionalismo a mi tierra” porque él vio esa conexión de la arquitectura con la naturaleza in situ. Y ahora lo vemos ahí y no sabemos cómo coordinarlo.

La escala es importante en todo. Un caso que puede ser significativo puede ser el de la Mona Lisa, la cual es del tamaño de un folio y cuando tú la ves en el Louvre… ¿Me han estado engañando toda la vida? Te percatas que esa formación es necesaria fuera. Yo me fui a Salamanca y luego estuve estudiando aquí durante dos años, y desde que pude me fui.

¿Y por qué decidió quedarse aquí?

Después de estar casi treinta años fuera, ahora sí que puedo ayudar a mi tierra con todo lo que he aprendido.

Centrándonos en el Museo Néstor, ¿cómo se ha transformado durante estos años?

A lo largo de estos catorce años, hemos hecho exposiciones, hemos incentivado el departamento pedagógico, hemos dado cientos de conciertos y de toda índole. Y esa es una manera de progresar, indudablemente. Pero ponemos dos casos: San Martín y Museo Néstor. ¿Cuánto recibe cada uno? 600.000 euros y 200.000 euros, respectivamente. Siete personas trabajando en uno, tres en el otro . Cuando ves esa disparidad…

Aquí la familia de Néstor donó su patrimonio a Las Palmas de Gran Canaria y yo tasé todo su contenido ahora en unos 15 millones de euros porque queremos reconvertirnos en una fundación… En cambio, la Fundación Martín Chirino tenemos que pagarla. Nos está saliendo casi 2 millones de euros comprar la obra y es una fundación privada que está utilizando un espacio público. Nos estamos riendo ¿de quién? De la sociedad, que es la que está pagando eso.

Y nosotros con 60 años y no tenemos a nadie de mantenimiento. Limpio y pinto con el bedel, y hago de todo desde hace catorce años y los alcaldes habidos me han visto haciéndolo. ¿Qué es lo que pasa? Somos una institución asentada y eso no es novedoso. Parte de la intelectualidad —gracias a dios las cosas están cambiando— vieron a Néstor como algo caduco. Eso lo dijo hasta Manolo Millares, quien odiaba a Néstor. Hay mucha gente que cree que Néstor es franquismo, porque hay literatura que habla al respecto. Cuando realmente él muere, desgraciadamente, en el 38… Homosexual, masón, amigo de Federico García Loca, que vivió dentro de ese mundo de la edad de plata de la cultura española: A mí me da mucha pena porque significa un total desconocimiento de la figura de Néstor.

Hace un año el Cabildo de Gran Canaria, junto al Ayuntamiento, se comprometían en la recuperación de El Pueblo Canario. ¿Cuál está siendo el desarrollo de este proyecto?

Ahí estamos. De hecho, hay un presupuesto que ronda los 3 millones de euros y se empezará con la restauración de todo el centro. Conectaríamos con la calle León y Castillo, se cerraría el jardín de la parte de atrás y se restauraría, que está en muy malas condiciones. Además, en los pabellones norte y sur que quedan del Hotel Santa Catalina se haría una cafetería y una entrada visibilizada por la parte de atrás del Museo. Si tuviera dinero, me hubiera gustado hacer el proyecto de Néstor: construir todo ese jardín con un edificio que supliera la falta de infraestructuras del Museo ya que, por ejemplo, no tenemos una sala de exposiciones en condiciones. Tenemos las obras en el sótano, y tenemos que habilitar un espacio para la conservación de la producción de Néstor. La cuestión es que hace falta muchísimo dinero. No obstante, se restaurará todo lo que es el edificio del recinto del Pueblo Canario, la ermita, y se volverá a abrir el Bodegón, lo cual yo insistí en que fuera la cafetería del Museo. El proyecto está dividido en cuatro fases, y se dice que tardará unos dos años, pero yo creo que será un poquito más ya que la obra es grande.

Pero aquí siempre ha habido un problema y es que el Museo Néstor ha vivido de espaldas al Pueblo Canario. A mí me llegaron a decir en un momento que yo, de la puerta del Museo Néstor para afuera, no era nadie. Y eso es una pena porque creo que todo esto debería llamarse Museo Néstor. Todo.

Al fin y al cabo, casi el 80% del edificio es el Museo y esto no es un Pueblo. Las expectativas del visitante cuando llega aquí creyendo que va a encontrar un pueblo como el Pueblo Español de Barcelona o el de Mallorca de la década de los sesenta, que son unos veinte mil metros cuadrados con cientos de edificios y aquí se ve este pequeño recinto, caen.

¿Esa era la intención de Néstor?

El primer proyecto de Néstor no era para estar aquí. Consistía en recuperar el barrio de San Francisco, que sí que es un Pueblo Canario, y entonces utilizar la iglesia como museo, porque él lo que intenta es sacralizar el arte, y utilizar todo ese barrio como escenografía. Aquí no puede hacerlo, en Las Palmas de Gran Canaria, al fin y al cabo, esto es un recinto con tres tiendas, un bar y un museo, y la gente pregunta: “¿y el Pueblo?”.

En cuanto al dinero, la entrada al Museo Néstor cuesta 50 céntimos.

Pero, ¿por qué? Porque cuando la tenía a 2 euros por persona, la gente no entraba. Eso te lo puede decir el bedel. A mí me hace gracia porque me decían, “Daniel, ¿tú estás loco?”. Vamos a ver, es la realidad. Uno va fuera, vas a ver la Sagrada Familia y son 15 euros y, si es entrada VIP, son 20 euros, y nadie se queja. Sin embargo, a mí me han llegado a exigir esos 50 céntimos unos señores finlandeses porque tenía una sala cerrada. Le decimos a la gente 50 céntimos y nos contestan: “no, pero yo soy mayor de 60 años”. Los niños no pagan, los escolares no pagan, entonces, es una sociedad que no se percata que tiene que ayudar a la manutención de su cultura.

Al fin y al cabo somos una economía basada en el sector servicios y turismo…

Mira, a mí me hace gracia. Sintomático. En La Provincia se hace un foro, y yo voy en representación del Museo, sobre esta situación. Yo callado, y como ya yo estoy harto y creo que se me nota, pues digo lo que siento y eso es peligroso. Resulta que me quedo mirando al público cuando me toca a mí, expectante. Y digo: miren, aquí, en los catorce años que llevo como director nadie ha venido a ayudarme y llevo diciendo desde hace mucho tiempo las necesidades que tengo. A mí me han visto limpiando, sudando, haciendo montajes y demás y nadie se ha preocupado por la situación del Museo. Ustedes han montado todo esto porque se cerró un Bodegón. Es cierto. Aquí hasta que no se cerró nadie protestó. A ustedes el Museo Néstor les importa un higo y a ustedes lo que les importa es ir a tomarse la copita. Y me dicen a mí que 50 céntimos es muy barato para el Museo, pero cuando lo tenía a 2 euros no entraban y después les cobraban 4 euros por una cerveza y nadie se quejaba.

¿Ha logrado darle la vuelta?

Esto se ve muy diferente desde fuera. Cuando yo llegué hace catorce años, yo a esto le iba a dar la vuelta. Pero cuando veo la burocracia, cuando veo que todos estos conciertos se han hecho gracias a amigos míos… Se tiene que trabajar con un presupuesto digno, unas infraestructuras dignas, y el problema es que muchos de los museos carecemos de esa formación. Al fin y al cabo, no te estoy pidiendo que un bedel hable cuatro idiomas, pero mínimo tiene que saber inglés. La cuestión es la preparación. Tenemos técnicos muy bien preparados, porque todos los directores de los museos, como mínimo, son doctores, como yo, y de ahí para abajo tenemos muy buenos conservadores pero necesitamos que el personal que recibe en primera instancia al visitante tenga una formación adecuada.

¿Cuál cree que va a ser la deriva que va a haber de aquí a unos años?

Habría que racionalizar los medios y dinamizar de otra manera. Tenemos una infraestructura bastante grande: tenemos el Museo Canario, el Museo Elder… Pero cada uno va por su lado, y falta unidad de programación, necesitamos esa unión dando esa visión de ciudad que no sólo oferta buen tiempo, sol, alguna que otra playa, sino, además, patrimonio. Poder unificar toda esa oferta y darle un discurso, eso es lo que nos falta. Porque al fin y al cabo cuando la gente llega les digo: ¿dónde está la lámpara de plata más grande de España y una de las más grandes del mundo? Nadie sabe, y está en la Catedral desde del siglo XVII, 250 kilos que llegaron de Génova. ¿Dónde está uno de los mayores archivos de la Inquisición de España? Está aquí. ¿El jardín botánico más grande de España y uno de los más importantes de Europa? No saben que es el Viera y Clavijo.

Cuando un pueblo desconoce su identidad y desconoce su patrimonio, poco futuro tiene. Poco, poco, poco… Tenemos que ser críticos con nosotros mismos, y esta oferta ha de calar lo suficiente.

***

Fotografías de Manu Navarro

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  • Carla Rivero

    Las Palmas de Gran Canaria, 1996. Estudiante de Periodismo por la Universidad de la Laguna y autodidacta por experiencia. Después de unos años viviendo en Barcelona, decidió que era hora de dar rienda suelta a su pasión por la escritura y la información, y ahora se encuentra en busca de nuevas historias. En sus ratos libres, se dedica a tocar el tenor, redactar noticias en el periódico PULL y a colaborar con la revista 7iM.

  • Mostrar comentarios (2)

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    Teresa González Padrón

    Creo q todos los grancanarios q amamos y respetamos nuestra tierra estamos desencantados por una gestión política nefasta consistente en abrir centros comerciales, acuarios y terrazas… me duele mi ciudad pero cada vez estoy más convencida que no podré terminar mis días en ella pues el vecino, el residente importa muy poco y solo el dinero fácil y rápido mueve la vida de Las Palmas de G. C. Soy asidua a su museo. Le felicito por su labor y me identifico con sus opiniones.

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    Félix Suárez

    Excelente diagnóstico de la situación de la cultura en nuestra ciudad, tantos recursos y tan poco aprovechados.

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