Vintage, un pasado con porvenir - 7iM -

Vintage, un pasado con porvenir

El reloj se mueve cada vez más rápido. Tic-tac. Lo último se queda anticuado en cuestión de segundos. En un despiste se pasa de lo innovador a lo desfasado. Nos movemos tan rápido que hace tiempo que dejamos de pensar a donde íbamos. En ese ir y venir cada vez son más los que reclaman una pausa, un volver a lo de antes, un valor en auge simplemente porque lo «último» es caduco y mañana no nos dirá nada o no servirá para nada. Es ahí donde encuentra su hueco el vintage, que siempre ha estado ahí, pero que ahora cobra fuerza por estética o por convencimiento.

En los tiempos de la obsolescencia programada, donde todo se diseña para cambiarse antes de haberle tenido afecto, donde lo perecedero pretende ser tendencia, el rebelde parece ir ganando la partida. Mientras la multitud se deja llevar por la prisa que genera lo efímero, un grupo de desobedientes ha decidido moverse en bicicleta, una que va más lenta de lo normal porque le pesan los recuerdos.

Será el hechizo de lo antiguo, ese olor penetrante de lo añejo o simplemente la nostalgia pegadiza de aquello que tiene una historia tejida en cada costura. El gusto por el pasado regresa con sus tejidos estampados, sus piezas de latón y su madera vieja reciclada. La moda ha decidido plantar cara. Frente a la cultura del usar y tirar, se revuelve y patalea en su revolución interna contra el desapego. Todo apunta a que poco a poco va ganando la batalla.

Vintage, un pasado con porvenir - 7 Islands Magazine -
Lullaby Vintage. Fotografía de Laura Bautista Lesmes

Partiendo del vendange francés, como los buenos vinos, las prendas, los objetos, las notas musicales se rescatan de la bodega de décadas pasadas para saborearse con el paladar del que sobrevive al paso del tiempo. Revalorizada con los años, la cosecha de artículos del siglo XX vuelve a las mesas más exigentes, hinchada de orgullo y degustada con placer por los enólogos de la moda.

La vuelta al vintage se respira en cada esquina de la concurrida calle Riera Baixa, centro neurálgico del pasado desempolvado y reluciente. Para llegar a este rincón de Barcelona hay que pasar por delante de una veintena de escaparates, pero los clientes de esta zona ya no se detienen a observar sus maniquís. El siglo XXI se deja hipnotizar por el peculiar sonido de la aguja de un tocadiscos sobre un vinilo, banda sonora de la tienda Lullaby Vintage.

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Wilde Sunglasses. Fotografía de Laura Bautista Lesmes

Joan lleva casi una década regentando este negocio desde detrás del mostrador, posición estratégica desde la que mira a una clienta de reojo y sonríe. «Ese artículo lo encontré en uno de mis viajes», explica, señalando el par de pendientes encerrados en una vitrina por los que suspira una de sus compradoras, «sabía que desde que lo pusiera a la venta sería amor a primera vista». No es la primera vez que sus joyas son protagonistas de suspiros, la más joven de este rincón retro de la Ciudad Condal tiene al menos 40 años, aunque no tiene ni una arruga ni una cana.

Canarias tampoco ha podido evitar la tentación de mirar atrás para tratar de escapar de la “edad de la falsificación” de la que hablaba Paul Lafargue ya en 1883. «Nuestros productos son adulterados, a fin de facilitar su salida y abreviar su duración», se lamentaba ya entonces. Y es que al igual que la seda que citaba Lafargue perdía su flexibilidad y su pureza en pro del consumismo, los productos de las fabricas del siglo XXI se empaquetan con fecha de caducidad.

En el taller de Polonium 209 nada prescribe. Lo considerado caduco vuelve al escenario con el empujón firme de Ángel y Flo, maestros del reciclaje. «Es el gusto por las cosas bonitas», subrayan, el placer de devolver el brillo a lo bello. En sus manos se recuperan del paso del tiempo toda clase de joyas del pasado, que a trompicones han llegado a estos cazatesoros para volver a lucir como antaño, o quizás como otra cosa, pero como elementos funcionales listos para empezar de nuevo.

Ángel y Flo han puesto en marcha otra rueda, la del reciclaje, no solo por estética sino por convencimiento. Como expertos buscadores de tesoros dan vida a esas piezas olvidadas que cobran un valor incalculable en otros ojos, que reconocen en ellos retales de su infancia. Ellos han dado el impulso necesario para que la rueda siga girando, a vueltas con las historias, los personajes, los detalles y los objetos que encierran una nueva vida.

La apertura de Flamingos en la capital grancanaria ha sido una apuesta valiente por esa magia de lo retro por la que se trabaja en el taller de Polonium 209. Traviesa la calle que juguetea con volver loco al calendario. Entre las mangas de sus camisetas y afianzado a la báscula de su mostrador, el aroma de lo antiguo retrotrae a una época a la vez pasada pero más presente que nunca.

«Existe la necesidad de salir de la rutina, de vestir diferente, de llevar algo exclusivo y escapar de las grandes marcas, también en Las Palmas», explica Ibelsis, encargada de la tienda Flamingos. «Nos dimos cuenta de esa carencia que existía en la ciudad y montamos un proyecto con cariño y con amor», asegura, mientras atiende al ir y venir de compradores, que mete la nariz entre las perchas de su tienda en busca de esa joya del pasado. «Ser vintage no es una moda, ha existido siempre y no desaparecerá”, explica, “no importa la edad, ni la clase social, el vintage siempre enamora».

Vintage, un pasado con porvenir - 7 Islands Magazine -
Flamingos. Fotografía de Manu Navarro
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Flamingos. Fotografía de Manu Navarro

De la mano de las grandes ciudades, Canarias también saca brillo a sus recuerdos. El retro sigue el relevo de la moda como compañero de una tendencia atemporal. Se dice que la moda siempre vuelve, pero es que el vintage quizás nunca se marchó. Ese bailar pegado con el pasado pertenece a la moda misma, ha sido ese vals que ha sonado en las bodas de todas las décadas.

Qué lujo eso de cerrar los ojos y dejarse trasladar por el déjà vu. Qué suerte evadirse en un rock and roll y un swing grabado en mp3. Descorchadas quedan las joyas de la vendimia de 1900. Solo queda servir y disfrutar. Bienvenido sea el vintage.

Fotografías de Manu Navarro y Laura Bautista

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