La crisis de la socialdemocracia en perspectiva

En la actualidad estamos asistiendo atónitos al derrumbe del modelo social europeo nacido de la posguerra, e impulsado fundamentalmente, aunque no sólo, por la socialdemocracia. En el año 45 se formaron los Frentes Populares de posguerra que alcanzaron el poder y se extendió por Europa el «espíritu del 45», al que hace referencia Ken Loach en su famoso documental, The Spirit of  ’45 (2013). A la época que va desde 1947 a 1973 se les llama «los treinta gloriosos del capitalismo». Esta fase estuvo dominada por el consenso socialdemócrata de posguerra. La clase obrera, los sindicatos de clase y los partidos socialistas aceptaban el capitalismo y la democracia liberal, mientras la derecha y las patronales aceptaban un generoso Estado del Bienestar, la negociación colectiva del conflicto capital-trabajo, y altos impuestos, a la vez que los trabajadores asumían aumentar sus salarios y condiciones mientras aumentaba la productividad. Este consenso se sostuvo gracias a la alianza entre la clase media y la clase obrera —y otras capas populares— por los que la clase media pagaba más impuestos pero, a cambio, se beneficiaba de los mismos servicios de calidad.

Este «consenso socialdemócrata de posguerra» ganó el imaginario colectivo de la Europa Occidental —y cuando llegaron los 70 de la Europa del Sur—, se convirtió en el sentido común de la época que se ha mantenido hasta la actualidad —aunque cada día más contestado por los poderes económicos—. Esto fue posible gracias a la existencia de un enemigo a las puertas, como era la URSS, también por las luchas antifascistas en el Continente que, unidos a la memoria de los desastres provenientes del crack del 29, de la mala gestión de dicha crisis, y del sufrimiento padecido por una mayoría social, provocó que se instalara en el imaginario colectivo la necesidad de un futuro que superase los antiguos lastres sociales y económicos y, por consiguiente, que garantizase la paz en un Continente destruido por la guerra. La imposibilidad de volver a las economías liberales ortodoxas de antes de la I Guerra Mundial, más el miedo a la revolución Continental encarnada en el poderoso Ejército rojo, y en una URSS con gran prestigio por la resistencia y la decisiva participación en la derrota de la Alemania nazi, hizo aceptar, no sin algunas resistencias vencidas por los movimientos obreros y populares, dicho consenso a las clases más favorecidas. Digamos que durante esta época todo el mundo se hizo «socialdemócrata», hasta el punto que el Partido Conservador británico llegó a hacer políticas sociales más avanzadas en alguna de sus legislaturas que los Laboristas. Un símbolo de todo esto fue la arrolladora victoria del Labour Party sobre los conservadores dirigidos por el gran hombre de la resistencia británica, Wiston Churchill, que abriría una nueva etapa que se mantendría hasta la victoria de Margaret Thatcher.

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Póster del documental The Spirit of ’45 (2013)

La línea económica que se convirtió en dominante en aquella época, debido a las experiencias de los EE.UU. y otros países durante los años 30, fue la impulsada por Keynes (la política «stop and go»), que permitió —resumiendo mucho, porque intervienen muchos factores— un crecimiento sostenido hasta la crisis del año 73, en el que aparece un elemento al que el keynesianismo no tenía solución, «la estanflanción» (inflación sin crecimiento). En esa época, ideas marginales en la economía como las de Hayek empezaron a ser ensayadas en el patio trasero de los EE.UU. manu militari (Chile) con los resultados que ya conocemos. Ese modelo «neoliberal» u «ordoliberal» se continuará extendiendo por los países de Latinoamérica tras la crisis de la deuda que estalló en los años 80, y será aplicada por Ronald Reagan, en los EE.UU., y Thatcher, en Gran Bretaña, con los resultados conocidos. Las resistencias al desmonte del consenso socialdemócrata fueron aplastadas una por una, ante la falta de un proyecto alternativo. La crisis del keynesianismo supuso a su vez la crisis de la socialdemocracia en su conjunto. El único país que resistió más tiempo a los embates del neoliberalismo ha sido Suecia por el gran predominio de Partido Socialdemócrata y por la figura de Olof Palme —hasta su asesinato—.

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Olof Palme (1927-1986) Líder del Partido Social Demócrata de Suecia desde 1969. Primer Ministro entre 1969 y 1976. Reelegido en 1982, fue asesinado en 1986.

La Tercera Vía

En los 80 nos encontramos con dos modelos de actuación de los partidos socialdemócratas en el poder. Los que, como en Francia con Miterrand, intentaron aplicar una política diferente a la que quería imponer Thatcher, y que tras unos años primeros fueron derrotados, y luego siguieron la senda de las reformas neoliberales, y otros, como España con Felipe González, que a pesar de que construyeron el Estado del Bienestar en su país —o lo ampliaron— introdujeron desde el principio las reformas estructurales demandadas por el FMI y otros organismos (que se nutrían del llamado «Consenso de Washington» aplicado a los países en América Latina por los acreedores tras la crisis de la deuda). En ese contexto el sociólogo Giddens, y otros pensadores, estructuraron la teoría sobre la que se fundaría la nueva práctica y política de los partidos socialistas europeos: La Tercera vía entre la socialdemocracia (en retroceso) y el comunismo soviético (en crisis).

El social-liberalismo, o Tercera vía, se basaba en sustituir la Justicia Social por la igualdad de oportunidades. También se basó en la reducción de los impuestos a los ricos y a las grandes empresas para que estos creasen empleo y «las migajas» cayeran sobre la mesa de los más desfavorecidos. Otro puntal de su teoría se basaba en una evidencia, tras las reconversiones industriales aplicadas en los años 80 Europa perdía parte de su industria a favor del Tercer Mundo, y eso suponía que la clase obrera comenzaba a ser cada día más pequeña, por lo que viraba hacia el electorado de «clase media» como elemento sustantivo de las políticas y sujeto al que interpelar. Los Partidos Socialistas fueron desmontando su activismo social, y perdiendo su relación privilegiada con los sindicatos de clase —que en algunos casos llegó a la ruptura—, por lo que los partidos se llenaron de profesionales liberales y funcionarios como elementos hegemónicos y los partidos pasaron de partidos de masas a partidos electoralistas, la militancia empezó a perder sentido. Éstos abandonaron cualquier proceso de transición al socialismo, ni siquiera como objetivo lejano, se aceptó la política de Thatcher del TINA («There is not alternative») y el ala izquierda de esos partidos fue siendo apartada y fue menguando con el tiempo. Ya en los años 90 los Partidos Socialistas habían cambiado el consenso socialdemócrata de posguerra por el consenso neoliberal. El mejor ejemplo que lo representa a la perfección fue cuando a Thatcher le preguntaron que cuál había su mejor logro, y ella dijo «Anthony Blair».

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Tony Blair (1953). Líder del Partido Laborista entre 1994 y 2007. Primer Ministro del Reino Unido entre 1997 y 2007.

El fin de la URSS, y de la Historia

Tras el derrumbe soviético en 1991 el camino quedó libre. Se declaró «El fin de la historia» (Fukuyama) y ya no se discutía de cómo superar al capitalismo. Las posiciones de izquierdas fueron siendo arrinconadas en el debate público y en las Universidades —afectadas por el «postmodernismo»—. El pensamiento único neoliberal asumió la hegemonía en las Universidades de economía del mundo, y del debate público. En ese contexto, mientras los Partidos Socialistas iban virando hacia el social-liberalismo, los Partidos Comunistas desaparecían o iban virando hacia la socialdemocracia, menos algunos como el KKE que estaban «fosilizados» en el estalinismo.

Otra de las características de casi todos los PS era la defensa de la construcción de la UE, que en un principio se quería usar para resistir los intentos privatizadores y de involución social acometida por la derecha, pero, desde los 90, se fue convirtiendo en la punta de lanza que disolvía las resistencias nacionales a la aplicación del programa neoliberal.

Desde los años 90 hasta 2008 los Partidos Socialistas han ido pasando altibajos, con períodos de hegemonía —como cuando estaban Jospin, Schröder y Felipe en el poder—, o períodos alejados del poder, aunque se iba viendo cierta pérdida en su base electoral desde hacía un tiempo. Sin embargo, con la crisis financiera de 2008, que no ha acabado en la actualidad, los PS han ido perdiendo terreno y legitimidad a pasos agigantados. Esto se ha visto motivado porque en su práctica de gobierno han aplicado los golpes neoliberales blandos —como en España con Zapatero a partir de 2009 o en Portugal por las mismas fechas—, pasando a aplicar los golpes neoliberales duros (como Francia con Hollande, o Grecia con el PASOK), bajo el auspicio de la TROIKA.

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Felipe González (1942). Secretario general del Partido Socialista Obrero Español desde 1974 hasta 1997 y Presidente del Gobierno entre 1982 y 1996. Alfonso Guerra (1940). Diputado por el Partido Socialista Obrero Español desde 1977 hasta 2015 y vicepresidente del Gobierno desde 1982 hasta 1991.

Esta situación ha provocado cuatro grandes crisis dentro de los PS: 1. Una crisis de función social, ya que los PS estaban haciendo políticas a las que se negaban en lo grueso años antes o en la campaña electoral anterior, y que desnaturalizaban su proyecto. Si los PS estaban haciendo políticas de derechas. ¿Para qué sirven entonces? ¿Por qué no elegir el original en vez de la copia? 2. Una crisis ideológica, ya que durante esta crisis, exceptuando a figuras marginales (como Oskar Lafontaine), no han producido ninguna solución que se salga del «Consenso neoliberal» aplicado por el eje Berlín-Bruselas-Frankfurt. La aceptación del ideario neoliberal en lo económico, y la defensa de la sociedad de consumo y la economía de mercado, más el vocabulario del contrincante, había dejado a los PS sin aparato conceptual ni ideológico con el que enfrentarse a la oleada antidemocrática que está barriendo Europa. 3. Una crisis de alternancia, debido a que tanto Bruselas como Berlín, han promovido, e incluso impuesto, gobiernos, ya sea tecnocráticos o no, de «gran coalición» a la alemana, donde los PS y los conservadores (o/y liberales) forman gabinetes aplicando el modelo que existe en la Comisión y en el Parlamento de la UE. Esto desnaturaliza a los PS, les quita su función de oposición a los partidos de derechas y los lleva camino a ser fuerzas subalternas de la derecha o a la irrelevancia (como el PASOK). 4. La dificultad de cambiar de políticas, ya que la vida de los PS estaba muerta y funcionaba a la perfección «la ley del hierro de la oligarquía de los partidos políticos» de Michels. Las relaciones entre las élites de los PS y del poder económico están más que probadas y eso restaba credibilidad a estos partidos como opciones de cambio.

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Póster propagandístico del Partido Conservador Británico (1909) Fuente: DailyMail.co.uk

¿Cuál es el futuro de los Partidos Socialistas en la actualidad?

Podemos percibir tres modelos a la situación actual de la crisis de la socialdemocracia:

  1. La situación a la alemana o a la española, donde los PS están situados en un porcentaje en torno al 20-25%, no percibiéndose la posibilidad de que remonten, ya que ni uno ni otro ha hecho ninguna autocrítica de su gestión durante la crisis —y anteriormente— produciendo una crisis de credibilidad. El SPD, fuerza subalterna de la CDU de Merkel, está en una grave situación pero sostiene parte de sus apoyos, pierde parte de sus apoyos en dirección hacia DIE LINKE, los Verdes o la abstención. Su posición se mantiene en parte porque no hay una alternativa fuerte a su izquierda. Sin embargo eso si pasa en España, donde el PSOE tiene un competidor a su izquierda, Podemos, que se quedó a 300.000 votos de superarle en las últimas elecciones generales. Tanto el PSOE como el SPD están atados a las posiciones de los bloques oligárquicos de poder en sus países, y no hay voces disidentes en su interior con suficiente fuerza para dar un giro a la izquierda en ellos. La izquierda en el PSOE es marginal —pese a IS, como Pérez Tapias a la cabeza—, y en el SPD minoritaria. Mientras no haya una fuerza alternativa en Alemania el SPD se seguirá manteniendo, pero el PSOE lo tiene mucho más difícil, y la próxima cita electoral —o la conformación de gobierno, que a día de hoy es imposible por haberse unido al partido de neo-derecha Ciudadanos— puede ser clave para ver su supervivencia.
  2. El caso griego, donde el PASOK pasó de tener mayoría absoluta en 2009 (43,92%), a estar prácticamente al borde de la extinción en las últimas generales con un 6,28%, siendo sustituido por SYRIZA como fuerza hegemónica de la izquierda. A la espera de las próximas elecciones en Francia parece el camino que sigue el PSF, con el trío Hollande-Valls-Macron que han aplicado políticas de derechas más duras que Sarkozy, y ha encadenado derrota tras derrota electoral.
  3. La situación portuguesa y británica, que parecen dos casos de reinvención de la democracia, donde la «élite social-liberal» había sido derrotada en diversos procesos —ya sea en primarias, como el Labour, o en la formación de gobierno, como el PSP—. Veremos dónde acaban estos dos experimentos donde vemos un rearme de los PS por la izquierda, sobre todo de miembros de sindicatos, activistas sociales y jóvenes —como es el caso del Labour—, y puede revitalizar a los PS, aunque deberán derrotar a la poderosa oligarquía y burocracia social-liberal que aún controla los aparatos de los partidos. Este podría ser el camino para revitalizar la socialdemocracia.

 

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