El escarabajo

Marina Cardenal

Daniel tenía seis años cuando disputó su primer partido como delantero titular, y fue un desastre. Corrió de un lado a otro, marcó un gol en propia puerta, se lesionó la mano y sus compañeros lo dejaron sin caramelos al finalizar el encuentro.

Ese día abandonó el campo de fútbol triste y cabizbajo. Su casa no quedaba lejos, a veinticuatro golpes de balón. Pero esta vez no jugó con él, como de costumbre. Caminó lento, pausadamente, mirando sus pies. Encontró un escarabajo bocarriba que intentaba darse la vuelta, y se quedó allí un rato, observando cómo el insecto pataleaba inútilmente para ponerse en pie. Luego siguió su camino, un tanto absorto. Cuando se disponía a bajarse de la acera, ¡zas!, un coche pasó a toda velocidad, atravesó un charco y lo bañó de agua sucia.

Empapado, cruzó la calle. Olvidó al escarabajo y se perdió en otras ensoñaciones: sus compañeros de equipo lo zarandeaban ahora, gritaban su nombre y compartían caramelos con él por haber marcado tres golazos y hacerles ganar el partido. Un partido que, sin embargo, estaba aún por celebrarse. En media hora.

En otra galaxia.

En esa galaxia, Daniel tiene seis años, pero no se ha lesionado la mano ni ha jugado aún su primer partido como delantero titular. ¡Qué día ha tenido en el colegio!, se jacta en cambio, al tiempo que engulle la merienda en la cocina. Por fin ha sacado buenas notas en Matemáticas y su madre le ha prometido ir ese fin de semana a ver un partido de la Unión Deportiva. Mira el reloj, ansioso. Se levanta de un salto, lleva el plato al fregadero. Se cuelga la mochila del hombro con una mano, le da un puntapié al balón y lo atrapa en el aire con la otra. «¡Adiós mamá, deséame suerte!», se despide.

Dando toques al balón llega al campo. Sus compañeros lo miran de reojo, como si no confiaran en él. Pero Daniel está seguro, hoy va a marcar, y le pide a su entrenador que en la alineación titular lo ponga de delantero. Se hace un silencio en el vestuario. Los ojos del entrenador se clavan en los de Daniel y al final su boca se abre para decir: «¡Chico, nunca te había visto tan seguro! De acuerdo, entras como delantero, ¡a ver qué haces!».

Daniel no los decepciona. Marca tres goles y al finalizar el encuentro sus compañeros lo alzan en volandas, orgullosos, para celebrar la victoria. Ya duchado sale del campo, dando brincos de alegría. De camino a casa el balón vuela de un lado a otro de su cabeza.

Y allí, en la acera, el escarabajo sigue dando patadas para llamar su atención, pero no lo consigue. «Un, dos, tres» cabecea Daniel, que tampoco escucha el coche que se aproxima a toda velocidad ni ve el charco en la calzada. Perdido en sus ensoñaciones baja de la acera para cruzar y ¡zas!, resbala. Solo le da tiempo a ver los faros redondos.

En esa galaxia, Daniel acaba de jugar su último partido.


Fuentetaja-Las Palmas

Marina Cardenal (Gran Canaria, 1976). Es traductora de alemán y codirectora de Revista 7iM.

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    Talleres de Escritura creativa en Las Palmas de G.C. coordinados por el escritor Carlos Ortega Vilas

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