¿Compromiso o nacencia?

¿Compromiso o nacencia?

A mí, que no soy nada, pero una manchita de la que te cercioras en el momento señalado (o sea, una promesa de incertidumbre, atiende, pronto), me cachondean muchas cosas.

Esto no va dirigido a ti, atiéndeme; tranquilo.

Es una puesta en claro, nada más. De pareceres y del enredo por la observancia del idioma, esa dama atardecida y reventona que tan hondas alcobas naufraga; a ver dónde colocamos la siguiente coma.

O no sólo.

También hemos tenido unos días de solivianto a propósito del anonimato, al que por aquí terminamos reconociendo a la mesa, asunto: champán, asunto hasta el final juntos.

Y si nos animamos al alegato es porque de todo desmán nos sentimos hermanos, deudores, aprendices, por aquí, insisto.

Nosotros los primeros.

Me cachondea la vida literaria en cifras, el éxito de un día paseado hasta su obsolescencia, el asistente malbaratado a talleres de escritura. En según qué antojo romántico, o aptitudes de bronce, también me noto frío. Me conozco de nada, de pronto, paladeando una liquirizia (o regaliz, con zeta), continúo las ideas de embargo.

Continuar es una menta fácil, entre exentos.

Pero si me cachondea es por cuanto tiene todo de ficción consciente, de espacio reglado, “lectura-especatáculo”, asegúrese el encuadre. Ficción siempre estética, qué otra cosa queda hoy (el elitismo al alcance de todos, la pauta posmoderna), ya disueltas las identidades.

Porque la identidad, sí, es cosa a jubilar y será estética o no será. Lo está siendo. Ya. Desde hace tiempo cada cual ha jugado sus cartas.

Ocurre, sin embargo, que no todo tiene por qué ser malo. En su infinito pragmatismo, un andamiaje de la vida, digamos, “estético”, permitirá una mayor movilidad entre desencantados, desertores, chaqueteros, de todos los colores a unas y otras trincheras, siendo el compromiso y fidelidad al cambio lo que mayormente cuente, y no la nacencia.

Así cuantas veces se quiera.

¡Viva el cachondeo!

Siguiente:Carnaval, claves para su correcta transgresión