Teñir y tejer hilando historia y cultura canaria - 7 Islands Magazine

Entrevista a Ulrike Güse

«El hilo rojo de mi vida»

Nos sentamos a la mesa del salón y Ulrike Güse toma en sus manos, una y otra vez, las madejas de lana de color burdeo, rosa luminoso, de un apagado amarillo-verdoso, que están sobre la mesa. Las acaricia con cariño hasta dejar las hebras lisas. Sus ojos brillan cuando nos cuenta que tiñe la lana ella misma con tintes naturales, como la cochinilla o diversas plantas. Comienza un pequeño viaje por Gran Canaria y su cultura cuando escuchas en qué lugar de la isla ha recogido los tintes.

Tintar no es su única pasión, antes llegó a su vida el tejer. En la habitación contigua está el telar de Uli, en el que se tensa un pedazo de su trabajo, en los mismos colores que la lana de la mesa y del que ya se puede adivinar un diseño. Así surgen «piezas tan personales que llevan una parte de mi alma», nos dice Uli,  «podría contarte la historia de cada una de ellas, cuándo y dónde recogí las plantas para teñirlas».

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Uli procede de Alemania. En 1989, durante su primer viaje a las Islas Canarias, entró en contacto con los artesanos locales y con el que más tarde sería su compañero, que le trasladó su amor por la cultura y la tradición de su hogar, Gran Canaria. Uli vive en Las Palmas de Gran Canaria desde 1999. A comienzos de 2016 perdió su trabajo en una imprenta y decidió tomar un nuevo camino. Desde entonces dedica su vida completamente a la tejeduría y al tinte natural, su proyecto consiste en unir la artesanía con el turismo, su lema es «Retiro, teñir con tintes naturales». Lejos del turismo de masas, Uli quiere enseñar a los visitantes el arte del tintado, la historia y la cultura de la isla. 

La artesanía te llamó la atención en tu primer viaje a las Islas Canarias. Tú misma te dedicas desde hace tiempo a trabajar de forma artesanal, como hemos podido leer en tu blog.

Sí, las actividades textiles son como un punto en común, como el hilo rojo en mi vida. Pertenezco a una generación en la que aún se transmitía en casa la costura. Yo aprendí a tejer y a hacer ganchillo de mi abuela, ella tenía una inquilina de la antigua Yugoslavia que me enseñó también a bordar. Cuando nació mi hija, en 1991, añadí a mis conocimientos un poquito de confección y le hacía la ropa.

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¿Y cómo llegó la tejeduría a ocupar un lugar en tu vida?

La fascinación por el telar siempre estuvo ahí. Llegó un punto en mi vida, después de haber vivido en Gran Canaria siendo madre soltera, en el que pensé: «Tengo que hacer algo para mí, algo que realmente me guste». Y eso era la tejeduría.

En 2008 empecé un curso en la Universidad Popular de Las Palmas de Gran Canaria, lo hice durante dos años, dos tardes a la semana. En ese momento trabajaba a tiempo completo en la imprenta y entonces, por suerte, conocí a una tejedora local, Bárbara Dolores Suárez, experta en el proceso completo, desde la oveja hasta el producto terminado. De ella he recibido un gran apoyo y he aprendido mucho sobre la artesanía.

Aquí al lado tienes tu telar. ¿Cuánto tiempo, tras los cursos, pasó hasta que estuvo aquí en tu casa?

Creo que pasaron cuatro años. El telar que ahora tengo me llegó de una forma curiosa [Sonrisas]. Llegó desde Alemania, donde pasó 30 años en la buhardilla de un granero, procedía de un taller de discapacitados y antes estuvo en una fábrica de tejidos. Dos amigas mías trabajan en esa institución para discapacitados y entonces me dijeron: «Pero, mujer, si nosotras tenemos aquí esos telares que no usa nadie». Entonces fui a verlo y concretamos un precio simbólico de 100 euros. Mis amigas me propusieron sobre la marcha: «si compras el telar, nosotras te lo llevamos a Gran Canaria». Lo desmontaron y lo facturaron como equipaje de deporte [Risas]. Por suerte, encontré en internet un manual de montaje y así pude volver a montarlo. Salvo los pedales, no le faltaba ninguna pieza.

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Desde 2010 tejes en tu propio taller, en tu casa, ¿cuando se convirtió tu hobby en algo más?

Sí, al principio solo tejía como hobby, además, trabajaba a tiempo completo. Pero un día llegó el momento en el que pensé: «ahora sí está el producto maduro, bien hecho, para su venta». En 2013 solicité el reconocimiento como artesana por la FEDAC, Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria.

Lo que pasó entretanto fue que conocí a una tintorera de aquí, Nilia Bañares, que me guió en el conocimiento de tintar con colores naturales. En realidad, visité su telar para enseñarle mis piezas y para que me diera algunos consejos. Un día me preguntó si tenía interés en realizar un curso de tintes. Estaba fascinada con el tema, para mí existe una unión directa entre los tintes y la geografía canaria y su naturaleza.

¿En qué momento decidiste dar el paso para concentrarte completamente en la tejeduría y la tintura?

[Suspira] Los valores en mi vida han cambiado. El tejer y el trabajo textil eran cada vez más importantes y a mí, el trabajo en la imprenta me aniquilaba más y más. Intenté negociar con mi jefe una reducción de jornada, pero cuando a principios de 2016 perdí mi puesto, entendí claramente que era el momento de dar un paso hacia delante y una oportunidad para ganar mi sustento con la que es mi pasión. También tengo claro que no puedo vivir exclusivamente de la tejeduría, por eso decidí crear un proyecto relacionado con el turismo en unión con los tejidos, concretamente unido al teñir con tintes naturales.

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¿Nos cuentas un poco más sobre tu proyecto?

Claro, la idea es —o mejor dicho, el sueño aún es— crear un proyecto que puede describirse como: Retiro, teñir con tintes naturales. Me encantaría poder enseñar, en Workshops de una semana de duración y en un ambiente rural en Gran Canaria, a teñir con tintes naturales. Mostrarles de forma práctica cómo se hace, pero también invitándolos a conocer la historia de la tintura natural.

De esta forma, lo meto todo en el mismo saco: mi pasión, mi amor hacia esta isla, mi conexión con la naturaleza y mi fascinación por la historia de los tres idiomas que hablo con fluidez —alemán, español e inglés—.

¿Has comenzado ya a poner en práctica tu sueño? 

Sí, en marzo de este año quise probar y di un curso de telar para principiantes a una estudiante alemana. Fue una experiencia preciosa e increíble, creo que para las dos. Además, junto a mi profesora de tintes, Nilia Bañares, doy talleres de tintura. De momento, los ofrecemos cada dos meses en su taller. Ella tiene allí, además, una cocina dedicada exclusivamente a esta labor, es el lugar perfecto para dar cursos. Nilia tiene 78 años y más de cuarenta de experiencia con los tintes naturales, es realmente mágico el que nos hayamos encontrado [sonríe] y que ahora podamos transmitir juntas nuestros conocimientos.

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¿Cuáles son los retos para convertir tu ilusión, tu proyecto, en realidad? 

Bueno, creo que la gran dificultad se encuentra en el aspecto legal, porque en ese campo, la figura (de organizadora de los talleres) no está clara y la ley es muy vaga. Por ejemplo, yo acudí a la consejería de turismo del Gobierno de Canarias y la señora que me atendió me dijo: «Sí, chica, yo tampoco te puedo decir, ni sé, si tú eres una intermediaria turística o un agente de viajes. Porque si fueras esto último tendrías que pagar 30.000 euros de seguro, así que no lo sé». Y claro, si la administración pública no lo sabe, entonces ¿quién?

¿Cuáles son tus próximos planes?

Ahora me quiero concentrar en colocar la marca de mis piezas artesanales y, paralelamente, ofrecer a diferentes hoteles y alojamientos en el medio rural actividades de un día. Primero quiero llegar a los turistas que están ya aquí, la idea es darles la posibilidad de acercarles un trocito de la cultura canaria y su historia mediante la tintura de pañuelos de seda, que se puedan llevar un recuerdo hecho, además, por ellos mismos [Ríe]. Algo que está completamente ligado a Gran Canaria a través de la tintura natural.

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¿Crees que la unión entre la artesanía y el turismo tiene futuro? La isla es conocida ya por su industria turística de masas. 

Yo creo que sí, que hay muchos turistas que realmente buscan algo diferente. Pero en Gran Canaria y en las Islas Canarias en general, la gente tiene en la cabeza ese cliché de turismo de masas. También era así para los amigos que me han venido a visitar. Pienso que es muy importante borrar esa imagen y dejar claro que Gran Canaria es mucho más que un gueto de castillos con camas en el Sur. Se tiene que enseñar que también hay cultura, historia y naturaleza que descubrir, también la artesanía. El fomento local de los artesanos podría llegar más lejos, hasta la comercialización, que los ayudaría a desarrollar un producto innovador e ideas creativas en el campo artesanal.


Pueden encontrar más información sobre Ulrike Güse y sus actividades en su blog www.ulitasloom.wordpress.com , también en Facebook e Instagram. 

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7iM_separador anchoFotografías de Manu Navarro

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