Belgrado, Karla Hajman

Karla Hajman

«El dedo que señala a otras personas es el germen del arma»

Karla Hajman nació en Belgrado. En 1999, durante los bombardeos de la OTAN, con 16 años su padre la envió junto a su hermana a Italia. Karla aprendió italiano, terminó la escuela y estudió biotecnología. Después de pasar un tiempo investigando en el reconocido Instituto Karolinska en Estocolmo, se decidió por su verdadera vocación y se fue como música callejera a Barcelona. Hoy en día es música y comediante en Berlín y ha contado a ZETRA-Project su experiencia en los grandes movimientos pacifistas en Serbia.

Soy una de las pocas personas de mi familia que ha nacido en Belgrado, el resto es de Bosnia, Croacia, Hungría y Alemania. Somos católicos, evangelistas, ortodoxos y musulmanes, mi familia entera es, en sí, un movimiento por la paz. Por esa razón me siento muy afortunada,  nadie puede lavarme el cerebro.

Antes de la guerra daba igual de donde era uno, éramos yugoslavos. Todo era sencillo, pero después se complicó.

Tenía solo nueve años, pero me acuerdo muy bien. En alemán hay una expresión que describe a la perfección el ambiente que dominaba en aquellos días: (fassungsloses Schweigens) un silencio desconcertante. Nunca tuvimos enemigos porque no éramos cien por cien serbios, nadie de mi familia los tuvo, antes ni durante la guerra. Pero, de repente, ahí estaba el miedo, miedo a nuestro gobierno. Y mi padre entonces nos dijo un día: «No deben decir de donde soy». Yo pensé «vale, pasamos allí las vacaciones el último verano». De la noche a la mañana, un vecino es un desertor, se empieza a rumorear, «él no quiere ir a la guerra, no se lo digas a nadie». Y luego desaparece el vecino. De pronto, todos los chicos jóvenes que vivían cerca de nosotros se habían ido. ¿Quién quiere ir a la guerra con 19 años?

«Esta tarde traeremos la paz de vuelta»

«Si le hubieran enseñado a la gente el futuro, los cuatro años que siguieron, los 25  siguientes, nadie se hubiera quedado en casa»

Y un día llegaron a Belgrado mi abuela de Sarajevo y mi abuelo de Banja Luka, habían perdido sus casas, allí ya había llegado la guerra. Mi abuelo serbio, que vivía con su mujer croata en Dubrovnic, huyó hacia Zagreb. Mi tío, a Estocolmo, porque dos ejércitos diferentes se presentaron en su puesto de trabajo.  Unos querían que luchara con los serbios, otros que lo hiciera con los croatas. Su madre era serbia-bosnia y su padre germano-croata.

Me acuerdo muy bien de las diferentes manifestaciones que hubo en Belgrado, pese a mi corta edad. El 9 de Marzo de 1991 se celebró la primera gran manifestación. No protestaban contra la guerra porque no había, sino por la situación en todo el país, contra los nacionalistas. Era la primera vez que el ejército sacó a las calles los tanques contra su propia gente. Desde entonces tengo miedo a la policía, en ese momento aprendí que están ahí para golpear a la gente.

También hubo muchos conciertos en Belgrado, como el camión con Partibrejkersi, EKV y Električni Orgazam, tres de las bandas de música más famosas, que también participaron en el ZETRA. Recorrían las calles de Belgrado tocando por la pazIncluso después de la guerra, en 1996, hubo muchas protestas durante cinco o seis meses, todos los días, contra esa política, contra esos cuatro años de atrocidad. 

«La guerra no vino por el odio, el odio vino por la guerra»

Recuerdo a mi profesora del colegio, era una verdadera profesora socialista. Podía dibujar el mapa de Yugoslavia sin mirar, todas las montañas importantes, los ríos, en tan sólo dos minutos. En la mañana siguiente al primer conflicto cerca de Vukovar, llegó a la escuela muy enfadada y decepcionada, nos reunió a todos y dijo: «Esta es un guerra en la que hermanos matan a sus hermanos. Es inhumano, una vergüenza para la humanidad». Y fue la única que pensó así. Para mí, personas como ella son una parte importante del gran movimiento pacifista y hasta hoy han permanecido invisibles.

Puedo recordar muy bien el gran alivió que sentí tras los cuatro años de guerra y embargo, después de Dayton. Pero luego llegó 1999 y otra vez nadie se lo podía creer. Ahí estaba de nuevo ese sentimiento: «no puede ser». Me había preparado durante ocho meses para un concierto de piano y tenía una representación de una obra de teatro en mi colegio. No podía imaginarme que algo cambiaría mis planes.

Las representaciones no se celebraron jamás, la OTAN bombardeó Belgrado. Ese fue el momento en el que mi familia se decidió: «ya esta bien, estamos hartos de este país». Mi hermana y yo tendríamos que irnos a Italia. Allí vivía mi madre con mi padrastro, después de que se separara de mi padre, que hasta hoy es su mejor amigo. Allí, sentada en el sofá, vi las noticias, las bombas, mientras reconocía los lugares, «allí vive mi padre, allí mi abuela, mi tía, ahí vive mi amigo, todas las personas que conozco viven allí. Ese es mi colegio, mi escuela de música, mi instituto».

Nosotros —los yugoslavos— nos convertimos en los noventa en el símbolo del odio étnico. En mi opinión, los medios son en gran parte responsables de ello, no sólo los medios yugoslavos, también los internacionales. Porque pusieron el odio en el centro de todo. Cuando fui a Italia, en 1999, tuve que enfrentarme con esa imagen que se daba de nosotros: «Ah, tu eres de Belgrado, eres serbia, eres terrorista, eres fascista». Intenté explicar que era más complicado que eso,  pero la gente pensó que les mentía. Y pensé: «Oye, yo existo y soy la prueba del prolongado periodo de paz, unidad y multiculturalidad. Yo y un millón de yugoslavos». Esos prejuicios me han hecho mucho daño y me han causado mucha ira.

Pero casi nadie me creyó, no después de diez años de propaganda, después de que sólo se hablara de odio en Yugoslavia. Pero es al revés: la guerra no vino por el odio, el odio vino por la guerra.

Justo antes del comienzo y al principio de la guerra, la vida en Belgrado se sentía exactamente igual que en Berlín hoy en día. Nadie se podía imaginar que podía ocurrir algo. Y por eso, precisamente, pasó. Habían muchas personas entonces en las calles y en los conciertos por la paz. Pero estoy segura, si le hubieran enseñado a la gente el futuro, los cuatro años que siguieron, los 25  siguientes, nadie se hubiera quedado en casa.

Es lo mismo que hoy con el Brexit, tampoco nadie se podía imaginar ese resultado, ni los mismos británicos que votaron a favor, ni los políticos implicados en su propaganda, nadie se creía que el Brexit iba a salir adelante. Sin embargo así fue.

En Europa se puede observar actualmente como los partidos de la derecha consiguen cada vez más adeptos, en tanto que infunden miedo en la gente hacia las personas que parecen diferentes. Esos nacionalistas no lo hacen por amor a su pueblo, lo hacen por sus propios intereses. Es muy fácil señalar a otros, yo lo he vivido, y el dedo que señala a otras personas es el germen del arma.

Karla Hajman
Karla Hajman

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Carolyn Braun es periodista y licenciada en artes y comunicación, directora y fundadora de Chapter One Media.

Marcus Pfeil es periodista y productor multimedia, CEO y fundador de Chapter One Media.

Danijel Višević (Kaiserslautern, Alemania, 1977) es escritor, periodista y realizador de televisión, director del proyecto ZETRA. Trabaja para Deutsche Welle y Die Woche der Kanzlerin.

Traducción del alemán de Marina Cardenal

 

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