«¿Seguro que todo esto ha pasado con ‘Carmen y Lola’?»

Entrevista a Arantxa Echevarría, directora

«Por la mañana me levanto y me digo: ¿seguro que  todo esto ha pasado con ‘Carmen y Lola’?»

Entrevista a Arantxa Echevarría, directora

 

Arantxa Echevarría (Bilbao, 1968) contesta al otro lado de la línea telefónica. Tiene un hueco a las 11.30 horas entre una entrevista en la radio, otra a un periodista que viene, y luego se tenía que ir a la tele. Menuda agenda. Los días están siendo frenéticos pero su voz sigue calmada. Estas son las consecuencias de que te nominen a 8 premios Goya por tu primer largometraje y hayas recibido el reconocimiento de la crítica y el público, casi nada. Es cercana, y después de más de veinte años en el sector, guarda la templanza de las batallas ganadas con pulso lento y firme, sin aspavientos, humilde, demostrando su valía a cada centímetro ganado en esta dura afrenta y pasión que es el cine y el circo que lo rodea.

Arantxa Echavarría.

***

Elegida para la Quincenal de Realizadores del Festival de Cannes, cuatro nominaciones a los Premios Feroz, ocho nominaciones a los Premios Goya… ¿Se lo esperaba?

En absoluto. Ten en cuenta que es una peli chiquitita, con un presupuesto reducido a la que se le ha dado mucho amor y talento, con un equipo que es un equipazo, pero sigue siendo una película conceptualmente pequeña. Lo de Cannes fue un poco el principio de todo. Fue muy hermoso porque mandé los DVD a todos los festivales que podía en la época que terminé el montaje y cuando te avisan de que estás en la Quincena y que eres la primera mujer española en cincuenta años que está allí… Ahí ya se te pone como una especie de luz en la obra. De algo tan chiquitito pasa a que todo el mundo hable de ella, coge volumen, se oye, sale en varias revistas como Hollywood Reporter y es un milagro. Sigo sin creérmelo. Por la mañana me levanto y me digo, ‘¿seguro que  todo esto ha pasado con Carmen y Lola?’. Es una pasada.

¿Y cómo lo llevan Rosy y Zaira?

Creo que todavía no lo han asumido. Ten en cuenta que hace dos años Rosy era ama de casa y Zaira quería ser esteticien y no sabía muy bien qué hacer con su vida. Todo lo que han vivido desde el casting, los ensayos, el rodaje, hasta estar nominadas a los Goya como Mejor actriz revelación  Cuando nos llegó la noticia me puse delante de ellas y les dije: ‘Hay gente que trabaja años, años y años para conseguir esto, tenéis que respetar mucho esta nominación’. Ha sido algo natural, pero al desconocer el mundo del cine, sin saber la historia que hay detrás de los Goya y el trabajo de un actor, pues quería que fueran muy conscientes del privilegio que es estar nominadas.

Cuando pase un poco de tiempo y lo tomen con perspectiva, supongo que se darán cuenta de la trascendencia y el significado de estos momentos…

Claro, date cuenta que son dos adolescentes. Zaira tiene 18 años y Rosy tiene 21. Yo no sé si a mí con 18 años si me nominasen al Goya cómo manejaría las emociones ni el valor que le daría, o al revés, le daría demasiado valor. Es una edad muy complicada para recibir una nominación pero mola muchísimo.

Me gustaría volver al principio cuando lee un reportaje que le inspira la historia de Carmen y Lola, ¿qué le llamó la atención?

Eso fue en el 2009, y me sorprendió que hojeando El País de repente veo una foto de dos mujeres de espaldas y el titular era ‘El primer matrimonio de dos mujeres gitanas’. Y me sorprendió, primero, la fecha, ya que llevaban cuatro años desde la aprobación de la Ley del Matrimonio de personas del mismo sexo, y sobre todo el anonimato. Cuando me puse a leer el reportaje, que por cierto era precioso, vi que los nombres eran falsos, y era como qué triste, ¿no? El primer amor, brutal, ese que puedes sentir por alguien cuando tienes 16 años -se conocían de toda la vida- y se vaya macerando y que cuando decides casarte, un momento tan importante en la vida de una gitana, que nadie de tu familia vaya a la boda y lo tengas que hacer de forma anónima. Me pareció tristísimo. Y quise ver y contar un poco la historia de ese primer amor.

De izquierda a derecha, Carmen (Rosy Rodríguez) y Lola (Zaira Romero) en un momento de la película.

Durante el proceso de documentación, ¿fue complicado conocer las raíces de las que iba a hablar?

Muy complicado. Complicadísimo. Soy mujer, soy paya, no tengo absolutamente nada que ver con el mundo gitano y entonces fue una inmersión a pulmón abierto. Entrar en la comunidad, ser aceptada por ellos, les abrí las puertas de mi propia familia para que ellos abrieran las suyas. Creo que tenía que ser un quid pro quo, yo quiero saber de ti pero para eso también te voy a dejar entrar hasta el fondo de mi propia vida.

Ha sido una inmersión a todos los niveles, tanto personal, cultural, social…

Sí, exacto. La personal fue primero y luego ya surgió todo lo demás. Pensé, como vengo de un documental, que lo que le pides a la gente es que se abra hacia ti. que te cuente su vida y ese rango de confianza tienes que hacerlo bilateral. Si no, eres egoísta. Entonces, yo empecé así, iba al casting con mis hijos, dejaba que mi familia estuviera involucrada en el proyecto. Era como ‘vaya, esta paya no tiene que ser tan diferente a mí, que tiene hijos, tiene pareja, sé dónde vive’. Eso era muy importante para ellos, para sentir la tranquilidad de ‘si tú me cuentas, yo te cuento’.

Mientras realizaba la película sabía todas las polémicas que iban a surgir en torno a ella y la exposición a la que se sometería, ¿por qué decidió seguir?

Cuando una historia te atrapa y sabes que tienes oro en las manos, que es una historia que nunca se ha contado, que estaba consiguiendo pequeños logros… Eran muchos descalabros y un hito. Por ejemplo, no conseguía encontrar a ninguna chica adolescente ni que quisiera hacer el papel pero, de pronto, un día, aparece Zaira -quien hace de Lola- y digo ‘¡la tengo!’. Era así todo el tiempo. ¿Voy a renunciar a hacer la película? Es entonces cuando surgía algo que me animaba a mantenerlo ahí. O sobre la financiación: a nadie le interesaba esta historia. Decían que esto no daría taquilla, sin profesionales, yo sin ninguna experiencia -en largometraje- y claramente me decían que no apostarían por esto. Pues tenía que creer, tanto la productora como yo. Creíamos tanto en el proyecto que teníamos que convencer, engañar de buenas maneras a todo el mundo que se acercara para motivarle para costearla. Y creo que los procesos de una primera película autofinanciada, independiente, son así de largos, duros y angustiosos. Lo que pasa es que tuve la suerte de rodearme de un equipo que nunca cejó, que me ayudó mucho. Y eso es lo importante.

Desde diversas asociaciones se la ha criticado por ser paya, o por dar una mirada estereotipada del mundo gitano, ¿cómo lo afrontó?   

Sinceramente, sí que esperaba desde el principio las críticas del lado más conservador del mundo gitano. Ya desde el casting venía uno y me decía que dónde estaba el demonio, empezaba a insultar, o venía un pastor y decía que dios me iba a castigar. Barbaridades. Entonces, yo decía, bueno, cuando salga la película todo esto se reproducirá a gran escala en los medios, etc., y lo esperaba. Lo que me sorprendió es que las críticas vinieran de la asociación Gitanas Feministas por la Diversidad. Pero tampoco es de todas las feministas, es un crepúsculo. Además, se llevaron a engaño con el tráiler, no vieron  la película y arremetieron contra ella. Pero por algo lógico. Es decir, llevan tantos años siendo ninguneados, viéndose representados como si fueran los Gypsy King, los chistes, que pensarían a qué viene esta paya a contarme algo como la homosexualidad, que es un tema complicadísimo en el mundo gitano. Esta lo que va a hacer es sacar sangre, dirían. Y comprendo su miedo, su resquemor al principio como para decir ‘quién coño eres para contar esta historia’. Me dolió porque eran feministas porque creo que la peli no puede ser más feminista. Me dolió por eso, porque eran mis propias compañeras de ideas y conceptos las que se molestaban, pero si te das cuenta, a partir del estreno en salas ya no se ha dicho nada más. Creo que han visto la peli y habrán pensado que no está tan mal.

Es un hecho cultural tan local, encerrado, el que trata como es la homosexualidad, y que venga alguien de fuera a hablar sobre ello…

Exacto. Quién soy yo para hablar sobre una cultura a la que no pertenezco. Pero es que ahí entramos en lo que es ser un autor. Entonces, no podría hablar de la drogodependencia, de la violencia de género… Uno es un autor y crea estas situaciones. Y cuando se haga una película sobre violencia de género, no estoy diciendo que todos los payos sean violentos. Así que creo que el debate se pierde a sí mismo.

A la hora de adaptar la complejidad del mensaje, la homofobia, ¿cómo pensó en adaptar el mensaje?

Sabes cómo somos los directores: todo pensado, hasta la última coma. Lo que quería, sobre todo, era universalizar un problema. Sí que hablo de dos chicas gitanas y de la homosexualidad, pero en realidad te estoy hablando del primer amor. Yo pensé que si conseguía encontrar algún tipo de empatía del espectador a través de los gestos, momentos o sentimientos que también tuvo al amar en estas edades pues podría borrar de un plumazo el que fueran dos gitanas, dos chicas. Para mí era lo importante: normalizar el amor de tal manera que la gente olvidase la cultura y el sexo. Espero haberlo conseguido. Es como, ‘yo también cuando me enamoré por primera vez me sentí desolado, solo, débil, o la persona más fuerte del mundo, con la mayor energía’. Con un amor tan blanco y tan puro como se ve en la pantalla nadie puede sentir nada malo hacia ello. Es una forma de contar una historia para que la gente dijera qué más que sean chicas, qué más da que sean gitanas si es amor.

Parte del casting de la película.

Sobre las actrices y los actores del filme, ninguno tenía experiencia previa. No obstante, la mirada de Zaira, quien interpreta a Lola, encandila cuando mira a Carmen. ¿En qué se apoyaban para recrear estos momentos?

Lo único que hice fue reproducir mi primer amor. Recuerdo atesorar momentos: una frase o momentos como cuando Zaira recoge un paquete de tabaco y lo guarda en una caja… Yo lo tenía con quince años cuando me enamoré por primera vez. Lo único que he hecho ha sido echar para atrás la mirada y recordar mis emociones. Da mucho miedo porque piensas que eran cosas muy pueriles, a veces naif, y podía incluso llegar a rozar lo cursi. Pero eso me daba un poco igual. Bueno, éramos cursis, y también éramos valientes, e idealizábamos. No sé qué pasaría ahora si me tuviera que quedar con la primera persona de la que me enamoré… Creo que me suicidaría. Porque no era ni parecido a lo que yo me imaginaba que era, que eso es también un poco lo que le sucede a Zaira. Hay una parte en la cual Carmen le manda una carta de amor con faltas de ortografía a Lola, y ella vuelve a escribirla sin estas porque en realidad el objeto del amor es ese, que ella querría algo más.

Ese guiño a que la relación mejore, cambie como lo hacen los personajes es muy complejo.

Hay un arco de personajes muy diferentes. Lola parece ser la más fuerte, la valiente, la que tiene clara las cosas, pero es la primera que cuando el personaje de Paqui le dice que no tiene cojones para irse de allí, le contesta que para qué se va a ir si es ahí donde está su familia y su vida. Y de pronto te das cuenta, al final de la peli, que la persona más tradicional, la que menos apostaba por la relación, que es Carmen, tiene una transformación vital importantísima al conocer a Lola y la abraza y le dice ‘vámonos’. Se escapan. Renuncia a mucho más que Lola, pues a ella no le ha pasado nada, no ha tenido todavía el problema de enfrentarse a los suyos y es capaz de ponerse en la situación de ella y decirle ‘me voy contigo’. Es muy interesante ver cómo se transforman los personajes a través de ellas.

¿Y la última escena del descampado cómo la vivieron con esa puesta tan dramática?

Con muchísimo miedo porque enseguida podía pasar a ser un chiste ya que una representación de algo hay que sentirlo. Por si acaso, siempre tenía un plan B, aunque tuve la suerte de que mis actores me lo dieron todo en la película. Rodé, como en la lectura de la carta, fuera con la puerta cerrada y dejaba que el espectador se imaginara cómo hubiera sido. Es que es complicado. Hicimos una especie de familia emocional, de darlo todo, tanto el equipo técnico como el artístico, que cuando nos metimos ya en esta parte del final del rodaje estaba todo a flor de piel. Por ejemplo, el día de la carta creo que lo rodamos en toma única porque, claro, no es una actriz, no puede reproducir otra vez eso. Es que no puede dos veces, es imposible para ella. O por ejemplo, el momentazo del descampado, pues ahí Moreno -el padre de Lola- se desmayó rodando, de la emoción. No son actores, no saben cómo negociar las emociones, y Moreno empezó a vomitar en medio de la secuencia porque decía que no podía más. Que no podía sufrirlo más. Por eso es tan de verdad, porque me lo dieron todo, se lo creyeron, porque lo hacían ellos.

Un momento de la película.

Su trabajo se añade al de otras producciones como Disobedience, que trata el mismo tema desde el ámbito judío. ¿Es momento para comprometerse con las denuncias sociales?

Sí. Es un momento de comprometerse. Yo todo lo que he hecho en mi vida ha sido comprometiéndome en denuncia social y desde el punto de vista de una mujer. Por ejemplo, tengo un corto que se llama `Yo, presidenta´. Imagínate. Y otro que se llama `De noche´ y de pronto que es cine de terror porque quería coger un género eminentemente masculino y contarlo desde la perspectiva femenina. Y no me da ningún miedo las pelis de zombies, me pego un susto, grito, me da igual, que sea divertido, pero no sufro la angustia y el terror que sufro cuando vuelvo a casa por la noche y de repente escucho pasos por detrás y voy corriendo al portal porque estoy muerta de miedo, que es algo que cualquier mujer ha sentido y que para mí eso es el verdadero terror. Creo que es muy interesante cómo yo veo la realidad a como la de un hombre, no mejor ni peor, pero es muy diferente. No voy a poder dejar de contar historias desde mi punto de vista porque no me sale, tengo otra forma de mirar la realidad.

¿Por qué ha esperado tanto con su primer largometraje?

No he esperado, es cuando me han dejado. Ten en cuenta que soy mujer, y no te creas que es tan fácil. Ahora, gracias a las leyes de paridad, se están apoyando puntuaciones para conseguir subvenciones que te benefician si metes a una mujer como directora, guionista… Pero antes no había nada. Entonces, era más normal que un hombre hiciera pasar a otros hombres como a sus iguales. Ha sido un viaje muy largo, muy complejo y he tenido que trabajar mucho, muchos cortos autoproducidos y mucho documental autoproducido para decir, bueno, ahora que tengo este bagaje, este currículum, puedo conseguir una financiación. Pero aún así lo he tenido que autoproducir, así que… No es tan fácil. Ahora te digo que viene una nueva generación de mujeres muy interesante, pero yo soy de la anterior y nos hemos quedado un poco en tierra de nadie.

¿Hay un cambio de tendencia?

No es que haya habido un cambio de tendencia, es que ha habido un apoyo desde las leyes del cine para que los productores apostaran por mujeres guionistas, mujeres directoras y mujeres de los espacios técnicos, que es lo más difícil. Lo que pasa es que el productor quiere más puntos para conseguir la subvención y nos ha estado buscando, y se ha dado cuenta de que el cine hecho por mujeres gusta. Claro, ¿por qué no va a gustar? Es un absurdo. Es gracias a las leyes o las chicas de Cataluña de CIMA, que han pujado mucho por el cine femenino. Lo que te digo es que si de pronto quitaran la paridad no sé si volveríamos a desaparecer. Entonces, te diría que se mantenga durante un tiempo más para que se normalice y cuando ya no nos llame la atención que haya dos mujeres en Mejor película, estaremos más relajadas y quitamos la ley. Ya no necesito tu apoyo, ahora necesito que me empujes un poco.

Ya lo decía la actriz Regina King en los Globos de Oro, que a partir de ahora apoyaría como productora que el 50% de sus financiaciones serían a realizaciones de mujeres. ¿Cuál es la responsabilidad de la industria?

Tiene muchísima. Hay muchas mujeres productoras, pero la mayoría son hombres. No sé porqué hay una tendencia a llevarte mejor con tu propio sexo, a tener un diálogo más fluido, quizá. Ahora ya es un momento en el que las mujeres productoras, con ciertos poderes, miren hacia abajo y aúpen a los talentos que vienen. Ser un poquito solidarias al igual que los hombres lo han sido siempre entre ellos. Ahora nos toca a nosotras. Pujar por el futuro y los nuevos talentos.

Alguien llama a Arantxa, ya no nos queda más tiempo. ¡Unas últimas palabras! ¿Está practicando el discurso por si le dan el Goya? Y entre risas me responde que no, que no cree en eso. “Si lo practico me va a salir mal, y no creo que suba, así que no practico nada”. Mucha suerte.

Tráiler oficial de «Carmen y Lola».

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  • Carla Rivero

    Las Palmas de Gran Canaria, 1996. Estudiante de Periodismo por la Universidad de la Laguna y autodidacta por experiencia. Después de unos años viviendo en Barcelona, decidió que era hora de dar rienda suelta a su pasión por la escritura y la información, y ahora se encuentra en busca de nuevas historias. En sus ratos libres, se dedica a tocar el tenor, redactar noticias en el periódico PULL y a colaborar con la revista 7iM.

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