Esfera

Arqueología de Gran Canaria. El género

La estera objeto de esta “pieza del mes” es una de esas materialidades del pasado aborigen con la capacidad de hablarnos de múltiples aspectos de la vida de esa sociedad: el paisaje vegetal al que nos remite la materia prima con la que se confecciona (junco), la explotación y gestión que los antiguos canarios hicieron del medio, la secuencia de trabajos y tecnologías puestas en marcha para la transformación de esa materia prima vegetal en diferentes tipos de bienes, la manera en la que se organiza socialmente el trabajo, la producción y preparación de los alimentos consumidos cotidianamente… Pero por encima de todo ello esta pieza nos permite dibujar el rostro de quienes elaboraron tales objetos y los incorporaron después a diversas prácticas cotidianas: mujeres con conocimientos técnicos y experiencia en el desarrollo de diferentes actividades de producción de las que esta estera y su contenido nos hablan.

Piezas como esta son además testimonio de las excelentes condiciones de conservación de los registros arqueológicos aborígenes de naturaleza orgánica, propiciadas por las características ambientales de algunos enclaves como las cuevas. Tales circunstancias han permitido que hayan llegado hasta nosotros materiales de indudable valor histórico, cargados de identidad social, como la estera que ahora abordamos.

Estera de junco afectada por una rotura en su área central. Fue reparada mediante la superposición de un tejido de junco o parche en el reverso.

Inventario: 2.226

Objeto: Estera

Clasificación genérica: Manufacturas de fibras vegetales

Materia: Junco

Técnica: Tejido

Dimensiones: Diámetro máximo, 55,5 cm; grosor, 7,3 mm

Descripción: Estera circular cuya técnica de confección se corresponde con el tipo 2 de la clasificación de entramados elaborada por Galván (1980) y Rodríguez (1989) para los tejidos vegetales de Gran Canaria. Presenta urdimbre radial cuyo remate se realiza doblando cada junco de la urdimbre sobre sí mismo y fijándolo con la primera hilada de trama o varias según la longitud de dicha doblez. En algunas zonas se observa también el uso de un remate frontal. Por lo que respecta a la trama, los hilos pasan entre cada dos hilos de la urdimbre, de manera alterna en cada hilera (Galván, 1980). Los tallos de junco empleados fueron previamente machacados como puede observarse por el estado disociado de las fibras (figura 1). El deterioro que afectó al área central de la pieza (figura 2) fue resuelto mediante la superposición en la zona de un tejido de junco de morfología cuadrada (20 x 20 cm) e igual tipo de entramado (2) pero sin presencia de remate, siendo el mismo junco machado que se emplea para coser este parche a la estera el que hace las veces de remate (Figura 3).

Contexto cultural: Periodo prehispánico de Gran Canaria.

Procedencia: Temisas (T.M. de Agüimes, Gran Canaria). Poblado de cuevas integrado por espacios de uso doméstico (hábitat, granero colectivo…) y funerario.

Datación: La intervención arqueológica efectuada en 2012-2013 en el yacimiento de Risco Pintado o La Audiencia, ha proporcionado dataciones radiocarbónicas que sitúan a este entorno arqueológico de Temisas entre los siglos XII y XV después de Cristo.

Comentario

La producción social del objeto

El registro arqueológico y las fuentes etnohistóricas dan cuenta de la abundancia y diversidad de objetos confeccionados por los antiguos canarios a partir de fibras vegetales: elementos de vestimenta, esteras, bolsos, mortajas para sus difuntos… poniendo de manifiesto la extraordinaria importancia que la producción de tales bienes tuvo para el desarrollo de la vida de la población aborigen.

Esta destacada explotación de especies vegetales como el junco, implica no sólo un conocimiento exhaustivo del ecosistema insular por parte del grupo humano, sino también de las propiedades de dicha planta y del tratamiento que debía conferírsele para su correcto aprovechamiento como materia prima. En este sentido, el junco es una planta que habita en ambientes húmedos, cuya selección vendría en buena medida propiciada por las características de los tallos, flexibles y con la capacidad de ser disociadas en fibras, lo que facilitaría el proceso de trabajo. A ello habría que sumar su naturaleza resistente, todo lo cual hace de esta planta una materia prima idónea para los fines a los que la población prehispánica de Gran Canaria la destina.

La producción de estas manufacturas abarcaría diferentes secuencias de trabajo que se iniciarían con la recolección del junco, probablemente realizada en los meses de menor precipitación, dada la necesidad de trabajar esta planta en seco. Tras su captación, sería sometido a labores de desecado y de machacado, paso este último que, además de servir para separar las fibras, favorecería la deshidratación y conferiría al junco mayor ductilidad[1]. El proceso de desecado es un paso de especial importancia para garantizar una correcta factura de los objetos de junco. En este sentido, cabría plantear si acaso el excelente estado de preservación en el que estas piezas han llegado hasta nuestros días no respondería, además de a las propias condiciones ambientales de los espacios donde fueron depositadas, a la calidad técnica del procesado.

Detalle del entramado empleado en la confecciónde la estera de junco, en el que se aprecia el machacado al que fueron sometidos los tallos durante su procesado.

En cuanto al entramado empleado en la confección de las manufacturas de junco, el repertorio arqueológico conservado muestra hasta siete tipos diferentes, una diversidad que en parte podría relacionarse con los fines a los que se iba a destinar la pieza, pues las características del tejido obtenido varían según el tipo de entramado. La observación minuciosa de estas manufacturas permite percatarnos de que su producción constituyó una actividad que precisó la adquisición de unas habilidades y conocimientos técnicos específicos por parte de las personas responsables. En este sentido, los análisis de los restos óseos y dentales de los antiguos canarios emprendidos en los últimos años están permitiendo conocer nuevas cuestiones en torno a la manera en la que esta población organizó socialmente el trabajo, y desde esta perspectiva es posible acercarnos a quienes protagonizaron la producción de las manufacturas de fibras vegetales.

Así, el análisis de marcadores de actividad física en hueso[2] de los antiguos canarios (Santana, 2011-2012) ha puesto de manifiesto la existencia de diferencias en el patrón de actividad entre mujeres y hombres que permiten sostener la práctica de una división sexual del trabajo, teniendo por tanto lugar una distribución de tareas en virtud del sexo de las personas. Se detecta entre las mujeres un protagonismo de los movimientos de fineza de las manos, que son precisamente aquellos vinculables a actividades técnicamente complejas como la elaboración de la cerámica o las manufacturas de junco y piel. En la misma línea, la presencia de desgastes no masticatorios en piezas dentarias de algunas mujeres nos habla del empleo de la boca en el procesado y manipulación de fibras vegetales y pieles. Pero además, el hecho de que estos desgastes se identificaran en un porcentaje reducido de sujetos femeninos apunta a que podría tratarse de un trabajo especializado o al menos desempeñado con mayor intensidad por determinadas mujeres.

La existencia de estos marcadores óseos y dentales, junto a la significativa producción de objetos de fibra vegetal que evidencia el registro arqueológico, sugieren la importante dedicación e inversión de tiempo y energía que al menos una parte del segmento de población femenino invirtió en la elaboración de esos bienes. Se trata, por tanto, de un trabajo con importantes implicaciones sociales y económicas, pues supondría disponer de mano de obra dedicada a procesar la fibra y tejerla para su transformación en objetos de muy diversos usos. La postura adquirida en tal oficio y los movimientos repetitivos de las manos de las mujeres responsables acarrearían a la larga ciertas alteraciones óseas, como también tuvo lugar en la dentición de aquellas que produjeron con mayor intensidad tales repertorios, al emplear la boca como una tercera mano.

El uso social del objeto

Si bien hasta aquí se ha hecho referencia a aquellos aspectos que tienen que ver con los trabajos de producción de bienes de fibras vegetales, cabe ahora preguntarnos por algunos de los fines conferidos a esas piezas. En el caso de la estera que ahora nos ocupa, la presencia de restos de plantas cultivadas adheridos a ella vincula su uso con las actividades de preparación de alimentos, convirtiendo a esta estera en un medio de trabajo. Concretamente, a lo largo de la superficie de la pieza se identifican abundantes evidencias de cebada e higo[3] formando parte de una amalgama en la que debió de participar alguna sustancia aglutinante por ahora sin determinar.

Detalle de restos de cebada y semillas de higo adheridos a la superficie de la estera.

Los taxones identificados coinciden con aquellas especies cultivadas por los antiguos canarios que más frecuentemente se documentan en los espacios domésticos (Morales, 2006), siendo por tanto esta estera y su contenido una evidencia más de la importancia y protagonismo que la cebada y el higo tuvieron en la actividad agrícola y, por extensión, en la alimentación cotidiana de la población aborigen de Gran Canaria.

La siguiente cuestión que surge es quién pudo estar detrás de este trabajo de producción directa de alimentos, imprescindible para el sostén de los miembros de la comunidad. Algunas evidencias arqueológicas además de las fuentes documentales relativas al momento de la conquista parecen asignar esta labor al segmento de las mujeres. En este sentido, las evidencias osteológicas de los antiguos canarios vuelven a ser un elemento de referencia para tales consideraciones (Santana, 2011-2012), pues el predominio de gestos musculares como la flexión y pronosupinación del antebrazo y mano de las mujeres enmarca a una proporción significativa de la población femenina en un patrón de actividades como el llevado a cabo en la preparación de alimentos, entre otros procesos de trabajo. Junto a ello, el menor grado de desplazamiento que evidencian las extremidades inferiores de las mujeres con respecto a los hombres, y los gestos posturales identificados en sus restos óseos, como estar sentadas o en cuclillas de manera habitual, constituyen rasgos que pueden vincularse con el desempeño de las actividades descritas. En esta misma línea, la mayor similitud de marcadores de actividad física entre las mujeres de diferentes poblados en contraste con la diferenciación encontrada en el grupo masculino, podría reforzar también la idea de la responsabilidad del segmento de población femenino en los trabajos relacionados con las actividades cotidianas desempeñadas en los espacios doméstico y su entorno.

Tampoco puede pasarse por alto que esos marcadores de actividad hacen también a las mujeres partícipes, junto a sus congéneres masculinos, de los trabajos agrícolas. De tal manera que detrás de las actividades de producción agrícola de los cereales y frutos que en esta estera se procesaron, se encontraba también el segmento femenino de la población, o cuanto menos una parte de él.

El mantenimiento del objeto producido

Lo cierto es que a las labores de producción de objetos hay que sumar los trabajos dirigidos a su mantenimiento, y de los que la pieza que abordamos constituye un buen ejemplo. Así, se observa una rotura que afecta a su área central (figura 2), bien por ser la zona que soportó una actividad más intensa -y por tanto sometida a un mayor desgaste mecánico- o por tratarse del área de la pieza de mayor debilidad estructural. Este deterioro fue reparado mediante la aplicación de un parche de junco que, cosido a ella, permitió prolongar su vida útil (figura 3). Esta práctica de reparaciones es indicativa de un máximo aprovechamiento de los bienes producidos, al tiempo que ilustra los trabajos que conlleva el mantenimiento de los objetos cotidianos empleados por estas comunidades.

Reverso de la estera circular de junco. En el centro se cosió un parche de igual material destinado a reparar una rotura, lo que permitiría prolongar el uso de esta pieza.

Por otra parte, el desgaste y consiguiente rotura de la pieza sugieren también que el procesado de alimentos debió de ser una acción realizada sobre esta estera de manera reiterada y habitual, formando por tanto parte de una práctica cotidiana y de carácter recurrente. Ello refleja de manera nítida la inversión de tiempo y esfuerzo que el trabajo de preparación de alimentos conllevaría en la vida diaria de las personas responsables.

Aprendizaje y transmisión de conocimientos

La calidad que denotan los repertorios arqueológicos de fibras vegetales, así como la sistematización y estandarización de estas producciones nos remite a una factura en manos de mujeres expertas y con conocimientos en el trabajo del junco. Cabe preguntarnos entonces por los mecanismos y técnicas de enseñanza desplegados por la sociedad aborigen para la transmisión de tales procesos de trabajo, pues no hay duda de que estas manufacturas requirieron de un aprendizaje, entendiendo como tal la adquisición de conocimiento específico y el uso de ciertas tecnologías que hacen posible el desarrollo de determinadas tareas (M. Sánchez, 2017).

Detalle de la costura que une el parche a la estera de junco.

De la información aportada por las fuentes etnohístoricas se deduce que la adquisición del saber tecnológico de, al menos, parte de los trabajos asignados a las mujeres se produce en el marco de un aprendizaje formal, regulado e institucionalizado, en donde ciertas mujeres de edad avanzada tenían la función de servir de transmisoras, tal vez por ser consideradas poseedoras de valiosos conocimientos y experiencias que debían de ser pasados a las siguientes generaciones: “Otra casa estaba muy grande y pintada junto a Roma que servía de seminario o recogimiento de doncellas, hijas de hombres principales, donde tenían una maestra, mujer anciana de buena vida (…)” (Sedeño, en Morales, 2008: 375-376). De ser así, las fuentes escritas dejarían entrever como la edad intervino, junto a otras categorías sociales, en la construcción de las identidades y roles de género.

Resulta sugestiva también la separación física a la que unánimemente aluden los textos entre niñas y niños en el proceso de aprendizaje de diversas actividades, una práctica que solo puede ser entendida en el marco de una división social del trabajo en virtud del sexo: “Tenían maestros para esto, y maestras para las niñas enseñarles cantares y coser pieles y hacer tamarcos, todo a costa de el sustento que les daba el Rey; y había casas o cuevas donde asistían estas, y estaban bien gordas y regaladas. Sabían moler y tostar y salían para casarlas cuando las pedían” (Escudero, en Morales, 2008: 434). Todo apunta a que el aprendizaje formal de esas actividades de producción doméstica de las que las mujeres semejan ser responsables tendría lugar cuando aún no se había alcanzado la edad adulta, en un periodo siempre anterior al marcado por los enlaces matrimoniales. Ello podría ser indicativo de la manera en la que se construyeron y aprehendieron las identidades y roles de género entre los antiguos canarios, siendo el periodo infantil y juvenil de la vida momentos claves en el aprendizaje de esas relaciones y normas de género culturalmente definidas. Todo ello pone además de manifiesto el rol que fue conferido a esta categoría en la estructuración de la sociedad de los antiguos canarios.

Fuera como fuese lo cierto es que no podemos dudar de que las estrategias desplegadas por la población indígena en la transmisión de los conocimientos técnicos necesarios para la elaboración de tales bienes garantizó la sistematización de esta producción a lo largo de sucesivas generaciones de canarios, tal y como demuestran las diferentes dataciones radiocarbónicas obtenidas para contextos en los que se han documentado tales manufacturas.

Conclusiones

En definitiva, son numerosas las evidencias arqueológicas del papel de las mujeres como fuerza de trabajo en múltiples actividades de entre las que la producción de manufacturas de fibras vegetales y la preparación de alimentos constituyen sólo algunos ejemplos. En ambos casos se trata de labores necesarias e imprescindibles para el sostenimiento de la comunidad y que formaron parte de lo que se conocen como actividades de mantenimiento, entendiendo como tales el conjunto de prácticas cotidianas que comprenden todas las actividades básicas para el mantenimiento del conjunto de los grupos sociales, incluyendo también los trabajos relacionados con la producción de útiles necesarios para abordar todo ese conjunto de labores (Alarcón, 2010). La pieza del mes abordada permite así sacar a la luz la contribución y el protagonismo que las mujeres aborígenes tuvieron en el desarrollo de las estrategias tecnológicas y de las prácticas económicas de la sociedad de la que formaron parte.

Por otro lado, es preciso subrayar que la relación cotidiana establecida en el seno de la sociedad indígena entre los procesos tecnológicos aquí referidos (los implicados en el trabajo de las fibras vegetales o en la preparación de alimentos) y las mujeres, emerge, a su vez, como una agente activo en la construcción de las identidades sociales. Los quehaceres cotidianos de unos y de otras se convierten así en fenómeno de agencia, pues a través de ellos se construyen y reproducen unas particulares relaciones sociales.

Lo comentado hasta aquí nos adentra en la construcción de las relaciones sociales de género entre los antiguos canarios y en el papel que las identidades de género tuvieron en la organización social del trabajo y por extensión en la estructuración social y económica de este grupo humano. La reconstrucción de tales roles no puede partir de apriorismos y estereotipos, sustentados las más de las veces en visiones androcéntricas, pues como numerosos estudios etnográficos y arqueológicos han puesto de manifiesto, el género y las relaciones sociales construidas en torno a él, varían de unas sociedades a otras como también lo hacen dentro de un mismo grupo humano a lo largo del tiempo. El sustento en las evidencias arqueológicas se presenta por tanto como un elemento imprescindible para poder llegar a planteamientos como los expuestos en esta pieza del mes.

Historia del objeto: Se desconoce la forma, fuente y fecha de ingreso de esta pieza en El Museo Canario, si bien es posible afirmar que pasó a formar parte del fondo de arqueología de la entidad en un momento temprano, pues aparece reproducida en una placa fotográfica perteneciente al fondo fotográfico Teodoro Maisch, realizada en torno a 1930.


Bibliografía:

ALARCÓN GARCÍA, E. (2010). Arqueología de las actividades de mantenimiento: un nuevo concepto en los estudios de las mujeres en el pasado. Arqueología y territorio, 7: 195-210.

GALVÁN SANTOS, B. (1980). El trabajo del junco y de la palma entre los canarios prehispánicos. Rev. Historia de Canarias, XXXVII: 43-84.

MORALES MATEOS, J. (2006). La explotación de los recursos vegetales en la prehistoria de las Islas Canarias. Una aproximación carpológica a la economía, ecología y sociedad de los habitantes prehispánicos de Gran Canaria. Tesis doctoral. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

MORALES PADRÓN, F. (2008). Canarias. Crónicas de su conquista. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria.

PERDOMO MOLINA, A. y CUBAS HERNÁNDEZ, F. (2002). El junco: un recurso tradicional de los ecosistemas húmedos de Canarias. El Pajar, 12: 11-17.

RODRÍGUEZ SANTANA, C.G. (2002). El trabajo de las fibras vegetales entre los antiguos canarios. El Pajar. Cuaderno de etnografía canaria, 12: 4-10.

SÁNCHEZ ROMERO, M. (2017): Landscape of childhood: bodies, places and material culture. Childhood in the past, 10: 16-37.

SANTANA CABRERA, J. (2011-2012). Patrón cotidiano de actividad física y organización social del trabajo en la Gran Canaria prehispánica (siglos XI-XV): la aportación de los marcadores óseos de actividad física. Tabona, 19: 125-163.


Autora de la ficha: Teresa Delgado Darias

(Conservadora de El Museo Canario)

[1] Si bien en algunas piezas el majado no debió de llevarse a cabo, pues se conserva intacta la morfología cilíndrica del junco.

[2] Los marcadores óseos de actividad física son cambios en la superficie y estructura del hueso que se origina como respuesta a un patrón cotidiano de actividad física (Kennedy, 1989, en Santana, 2011-2012).

[3] La identificación de taxones fue realizada por Jacob Morales Mateos, arqueobotánico.

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  • El Museo Canario

    Asociación científica y cultural, de titularidad privada y con participación pública en su financiación. Su misión es velar por la conservación, estudio, difusión e incremento tanto de sus colecciones de material arqueológico de Gran Canaria como del patrimonio documental canario o de interés para el archipiélago. Sus recursos están al servicio de toda la sociedad a través de un museo de arqueología y de un centro de documentación que incluye biblioteca, hemeroteca y archivo.

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