independentismo, Cataluña, nacionalismos, España

Lecciones de las elecciones catalanas para la izquierda

La cuestión nacional ha sido el tema más influyente del 2017. El desafío independentista, las jornadas parlamentarias que aprobaron las leyes de desconexión, las cargas policiales y las votaciones del 1 de octubre, las declaraciones de independencia en diferido y en firme, la aplicación del artículo 155, la huida de Puigdemont a Bruselas mientras Junqueras y otros miembros del Govern cesado (así como los Jordis) acababan en prisión, las elecciones convocadas por el gobierno central y los resultados electorales, han marcado la política en España transformando una crisis de Régimen en una crisis de Estado. Esto ha sido, más o menos, la sucesión de hechos en un final de año donde el tiempo se ha acelerado.

¿Qué consecuencias ha traído los resultados electorales del 21 de diciembre? ¿Y qué lecciones ha traído para la izquierda no independentista? 

Los resultados electorales han sido los siguientes:

En el bloque independentista ha habido una pugna muy dura desde el final del procés entre JxCAT (nueva mutación de la antigua CDC) y ERC por ver quién era la fuerza mayoritaria y hegemónica del lado del independentismo, que ha acabado ganando el legitimismo de Puigdemont frente a Junqueras. No sólo porque el candidato de JxCAT ha sido mucho más solvente de Rovira, la candidata de ERC, sino que JxCAT se ha radicalizado dentro del espectro independentista logrando resistir el embate de los republicanos a pesar de que todas las encuestas señalaban el sorpasso de ERC a JxCAT. La CUP se ha estrellado en estas elecciones perdiendo 6 escaños, siendo castigada por el voto útil a ERC (no en vano muchos de sus votos eran prestados debido a la coalición antinatura de JxSÍ) y por su apoyo a los recortes que ha realizado el Govern, quedando reducidos a 4 escaños, aunque tienen la llave del gobierno de Cataluña, ahora tienen muchísimas menos fuerzas para poder imponer la hoja de ruta hacia la República catalana.

Sin embargo, el bloque independentista muestra su incapacidad por crecer de forma importante en este período de confrontación. Suman 100.000 votos más, teniendo en cuenta que la participación ha sido récord, no ha sido mucho, y pierden en conjunto 2 escaños, manteniendo la mayoría absoluta pero perdiendo en porcentaje de votos (48% frente al 52%) y en número de votos. La polarización de la campaña y la judicialización del conflicto reactivó a muchos votantes que habían votado a candidaturas independentistas que estaban cansados y desilusionados.

En el bloque mal llamado “constitucionalista”, el gran ganador de la noche electoral fue Ciudadanos, que logró (ayudado por los medios de comunicación) obtener la mayor parte del voto contrario a la independencia arrasando en el antiguo cinturón rojo de Barcelona y en la mayor parte de las ciudades de Cataluña. Ciudadanos se comió la mayor parte del voto del PP, le quitó un porcentaje a CEC y al PSC, y sumó muchos votos de la abstención, gracias a la firmeza que ha mantenido frente al independentismo y la caja de resonancia que han sido los medios de comunicación y que las encuestas lo situasen primero entre los “constitucionalistas”. Esto ha provocado que mucha gente, ante una campaña polarizada en torno a un plebiscito (España si/no, independencia si/no), optase por votar al partido que más posibilidades tuviese de suscitar una mayoría amplia. Esta percepción se vio acrecentada por los ataques de los partidos independentistas a Ciudadanos y a su candidata, Inés Arrimadas.

En esto ha ayudado el hecho de que la fidelidad de voto esté por los suelos actualmente, con lo que los votos pueden ser intercambiables. Un ejemplo: Personas que votaron al PSC en las elecciones de 2011, a Ciudadanos en 2015 en las autonómicas, a Barcelona en Comú en las elecciones locales de 2015, a En Común Podem en las generales de 2015 y 2016, y a Ciudadanos de nuevo en las autonómicas de 2017. Se equivocaría Ciudadanos si piensa que todos esos votos son de su “caladero natural” (a pesar de haberse presentado con un perfil más socialdemócrata y federalista en la campaña), pueden perfectamente irse a otro partido en las elecciones generales.

El PP se vio perjudicado por la aplicación del 155 y por el voto útil a Ciudadanos. De nada sirvieron las soflamas lanzadas por la Vicepresidenta ni la campaña de Rajoy por Cataluña. El PP ha sido derrotado en Cataluña, no tanto por el resultado electoral (que es un verdadero varapalo y una humillación al no poder formar grupo parlamentario) sino por el fracaso de la aplicación del 155. Al haber judicializado el conflicto, el Gobierno no pudo evitar que cada medida judicial echase gasolina sobre el procés y mantuviese movilizados a los independentistas, a pesar de que el Gobierno tratase de rebajar la tensión y así esperar que hubiese un sector que se quedase en casa tal y como apuntaban los estudios demoscópicos del partido.

El PSC defendió una postura intermedia de reconciliación nacional, creyendo que este era el momento de acompasar la campaña y rebajar el tono de confrontación. Bajo esta línea estratégica prefirieron presentar a Iceta, con un perfil más conciliador, que a Borrell, con un perfil más duro y probablemente más beneficioso para este momento electoral. La apuesta por reconstruir un espacio del catalanismo moderado fichando a un ex-Unió fue un fracaso, ya que ese catalanismo moderado ya no existe. Aunque han aumentado en 50.000 votos (procedentes en su mayoría de la abstención o de CEC), no han logrado aumentar más de 1 diputado, poniendo en duda la posibilidad de que Sánchez alcance la Moncloa.

Los Comunes y Podemos cosecharon un fracaso importante en estas elecciones por mucho que la plana mayor de CEC esta vez sí hiciese campaña a fondo y que el candidato (Xavi Domenèch) fuese de los suyos y un peso pesado de la organización. Aunque la campaña estuvo bien para unas elecciones normales, donde el eje es más social, en estas elecciones fue un desastre. La posición de los Comunes ha sido nadar y guardar la ropa, aunque se acabasen posicionando al lado del processisme en cada momento de debilidad del independentismo, pensando que lograrían capitalizar votos de ahí, cosa que no ha ocurrido. La postura sobre la cuestión nacional ha sido incluso mucho más confusa, donde se ha defendido una especie de confederalismo de Cataluña con el Estado y la UE (?) como la construcción de un Estado Federal en el resto del Estado (excepto para las “Comunidades históricas” que tendrían derecho a un estatus similar al de Cataluña). Partiendo de la base de que esa posición es de todo menos de izquierdas, rompe el principio de solidaridad, y es imposible juridicamente como políticamente, coloca a Podemos en serias dificultades en el resto del Estado. Parece que los Comunes quisieron arreglar a última hora, como un mal estudiante, la nefasta gestión que han hecho en esta etapa final del procés, y se han equivocado de target electoral, pensando que podrían pescar votos de los dos campos en enfrentamiento y ser la llave del gobierno. El resultado final era el esperado, ni son llave de gobierno, ni han logrado pescar en los dos caladeros.

¿Qué enseñanzas podemos sacar de estos pésimos resultados para la izquierda en Cataluña?

  1. El nacionalismo y la izquierda tienen una relación tormentosa. Cuando se produce un choque entre la cuestión social y la nacional los nacionalistas, aunque sean de izquierdas, optan por la segunda, como ha hecho la CUP o ERC. No se puede mantener la cohesión entre quienes quieren irse de España y quienes quieren quedarse en alguna modalidad (federalismo o confederalismo). Esta tensión destrozó al PSC, por consiguiente uno tiene que elegir.
  2. No se puede externalizar la cuestión nacional en un partido aliado (como son los Comunes), que tienen una agenda propia y una visión muy particular. Esto ha dejado a Podemos en el resto del Estado sin discurso propio y sin nada que proponer más allá del referéndum. Por consiguiente, es necesario tener un proyecto propio para toda España, una reforma federal seria y debatida por la organización, que no puede ser un volcado de las opiniones de las diferentes federaciones de Podemos como ha hecho la Secretaría de Plurinacionalidad.
  3. Mientras la cuestión catalana sea la primera preocupación en la política española el espacio de la izquierda se va a reducir, ya que el PSOE ha quedado secuestrado por el nacionalismo español y Podemos, por el catalán. De hecho, los dos han hecho una lectura equivocada y basada en las encuestas y donde se logran los votos a la hora de tomar las decisiones. Un PSOE atado al centro-sur peninsular, muy reactivo a la cuestión catalana, donde ven peligrar una parte de su presupuesto en caso de una reforma favorable a Cataluña, que se puso de perfil durante la crisis final y que hizo seguidismo del PP sin lograr contraprestaciones serias. Un Podemos atado a sus aliados y a los territorios históricos donde logran sus mejores resultados, atado a los vaivenes de los Comunes, sin un mensaje propio ni proyecto serio, ha acabado en un enfrentamiento directo con el PSOE. Los dos partidos tienen que entender que para poder construir una alternativa de gobierno de izquierdas ambos son necesarios, y por lo tanto hacen falta cesiones mutuas, como es necesario para poder reformar la Constitución para construir un Estado federal el concierto de las dos fuerzas (y de otras tantas más). Este estado federal debe unir las dos variables en juego, la cuestión nacional, saliendo de los marcos nacionalistas, y la cuestión social, más propia de la izquierda, y de esta manera construir la “tercera vía” entre el choque de los nacionalismos. Si seguimos encerrados en la lógica de la lucha de las identidades poco habrá que hacer.
  4. Mucho me temo que si no se sella una alianza, la discusión en las próximas elecciones será entre cuál de los dos partidos de derechas va a gobernar como primera fuerza y cuál como segunda. Va a haber una confrontación muy dura entre C´S y el PP. Aunque el PP tiene más posibilidades en muchas regiones en las que está fuertemente asentada, C´S puede comerle bastante terreno en los ambientes urbanos y poner en peligro la hegemonía de los populares.
  5. Es necesario construir un programa serio y prepararse para gobernar en 2020, aunque esta eventualidad pueda no darse, y eso pasa por establecer alianzas con los movimientos sociales, sindicatos, atraer a personas con experiencia en la gestión en el Estado y en las Comunidades, detectar los problemas en la sociedad española y debatir alternativas al proceso neoliberal que estamos viviendo, teniendo en cuenta el marco europeo. Es necesario un proyecto creíble y aplicable para que mucha gente vuelva a votar a la izquierda. Un proyecto que no puede ser solo defensivo (“recuperemos tal o cual cosa o derecho”) sino que pretenda abrir más espacios a la democratización y al logro de derechos. Es necesario dotar de un proyecto que sea esperanzador para la mayoría social.
  6. Es necesario atender a las diversas mutaciones en el mundo del trabajo y volver a conectar con los trabajadores, que en estas elecciones han abandonado a la izquierda por dejar de hablar en su lenguaje y ser incapaz de acercarse a ella.
  7. Las elecciones catalanas han sido una demostración de que el partido de cuadros en la izquierda no es sinónimo de éxito. Es necesario construir una organización que esté enraizada en la sociedad, que atraiga a personas a participar en política, que se asiente en los barrios populares, donde la gente se socialice en el partido. Un partido de cuadros como tenemos en Podemos es una máquina de quemar personas, y es un partido casi al completo volcado en la práctica parlamentaria. Sería bueno recordar aquello que el PCE o el PCI instauraron: “partido de protesta y de gobierno”.
  8. Ni el independentismo ni el españolismo pueden eliminar a su contrincante, aunque lo han intentado. No existe el sol Poble famoso. Las sociedades son muy complejas en la época actual. Esto nos lleva a que hay que buscar un entendimiento, pero para que este entendimiento funcione hay que construir un proyecto que sea razonable para las diversas partes en conflicto y tratar de introducir el elemento de racionalidad en un momento demasiado guiado por las emociones y las inercias. El independentismo no es capaz de construir una República que sea aceptada por España ni la Comunidad Internacional, que ha jugado un papel clave, sobre todo la UE, en el freno al independentismo catalán, en gran parte por el miedo “al contagio” en una Europa en crisis y con movimientos nacionalistas en auge. El independentismo, sin embargo, si es capaz de formar gobierno. El bloque “constitucional” tiene que entender que el independentismo es incapaz de llegar a su horizonte final, pero puede convertirse en un elemento de distorsión de la política española y acabar siendo un problema enquistado que dificulte la gobernabilidad del país. Es necesario buscar un marco de entendimiento y negociación eliminando las líneas rojas. Probablemente ni Rajoy ni Puigdemont estén habilitados para tratar de llegar a una solución acordada.

Es hora de repensar el papel de la izquierda en esta crisis y tratar de acumular fuerzas para lo que viene. Es necesario construir las alianzas entre los partidos de izquierda, sindicatos y movimientos sociales, o mucho me temo que en una lucha fraticida “el desierto quede para los tártaros”.

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