Crónicas Barcelona, 1 de octubre, referéndum catalán

Crónica del nuevo día

En realidad no hubo nuevo día. Sí hubo anochecer y amanecer, pero pasaron de forma desapercibida. Sin embargo, el 1 de octubre todo cambió para todos, incluso para los que no sabían si querían que todo cambiara.

Ese primero de octubre por la noche se dieron algunos datos, de votantes, síes y noes, de heridos leves (845) y graves (2). La violencia.

Dicen los que saben de estas cosas que cuando te dan una hostia es que algo habrás hecho para merecerla, que seguro que la andarías buscando. Por regla general, el que la recibe no suele estar de acuerdo, y que le expliquen que fue una acción proporcionada no lo consuela. Al contrario, suele encabronarlo más. Eso es quizás lo único en lo que agresor y agredido estarán de acuerdo. Los profesionales deberían saberlo —los que las dan y los que las ordenan—, conocer las consecuencias.

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El Referéndum

1 de octubre de 2017

A las 4:30 de la madrugada me atiende al teléfono Xavier Pedemonte García, de la CUP y alcalde del municipio de Soriguera, de apenas 400 habitantes. Junto a treinta vecinos, ha pasado la noche en el ayuntamiento… «y ahora estamos a la espera de que llegue la policía para intentar precintarlo. Nuestra misión es intentar impedirlo».

Cuenta que no esperan a la Policía Nacional ni a la Guardia Civil, vendrán los Mossos d’Esquadra, ayer se lo avisaron ellos mismos. También le dijeron que tienen órdenes de precintar el centro y requisar la urna. Una de las preguntas de esta noche es si realmente las cumplirán. Hace apenas dos horas pude ver un informe que lo mossos deben cumplimentar cuando lleguen a los colegios. Según figura en el documento, basta con que haya niños o ancianos o se constate una resistencia pertinaz y continuada para no llevar a cabo el precintado. Es decir, no interferir en la normalidad ciudadana, como les ordenaba la justicia.

«Sí, sí, de hecho, también nos llegó esa información ayer y tenemos constancia de que han estado actuando así en los sitios en los que ya se han presentado… y si llegan, ya tenemos previstas las acciones a realizar, básicamente, intentar impedir que entren».

Informe Mossos, colegio electoral, referéndum 1 de octubre

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El vagón de la línea L4 del metro hasta Urquinaona va repleto a las 4:50 de la mañana. No deben de ser potenciales votantes en el previsible referéndum de esta mañana, parecen más bien defensores del derecho a divertirse.

Hoy van a suceder cosas serias, se comenta mucho, aunque el trending topic, la comidilla de toda la vida, en estos momentos lo ocupa Gran Hermano. Parece que a los españoles —al menos en las redes— les preocupa más la vida de unas personas que deciden encerrarse voluntariamente en una casa que la de otras personas —en número variable y de inteligencia más o menos considerable, según quien opine— que están empeñadas en largarse a Dios sabe dónde.

Ya en Las Ramblas, casi esquina con carrer Sant Pau, unas prostitutas se ponen de acuerdo sobre la conveniencia de ser autónoma y no tener jefe. Están sentadas en el bordillo de un escaparate, totalmente absortas en su charla, con la mirada fija en la lluvia que comienza a caer.

En la acera central, un grupo de chicos práctica boxeo de borrachos. Uno de ellos dice que ya basta al mismo tiempo que golpea, parece que al azar, a uno de los contrincantes, que termina en el suelo, empapado. Luego, la víctima se levanta y se marcha Ramblas abajo, está en su derecho y va dando tumbos.

Pero, a lo que iba: tengo que escribir la crónica de lo que suceda esta mañana en el colegio Collaso i Gil del barrio de El Raval. Pero como voy hasta allí caminando, está lloviendo, echo por las Ramblas y no he dormido apenas en tres días, una cosa me lleva a la otra y termino plagiando malamente a Montalbán y escribiendo una introducción que igual no aporta mucho, pero que me ocupa la cabeza hasta que llego.

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Margarita no quiere decirme su edad, apenas nos conocemos, son las cinco de la mañana y no está la cosa para frivolidades. Pero les digo que aparenta unos ochenta, y que me perdone. Coincidimos bajo el paraguas de Ana, otra vecina de El Raval, que, al verme enchumbado y con cara de circunstancias, ha debido pensar Ay, nen, qué lástima, y me ha hecho un hueco. Llueve a raudales, hace frío.

Los mossos llegan a las 6:00 y pasan de largo por la puerta del colegio sin aparente intención de clausurar nada. Calculo que debe haber unos cuatrocientos vecinos a las puertas del colegio, todos aplauden.

La lluvia arrecia y no pasa nada durante largo rato. Los vecinos conversan y se cuentan unos a otros cómo han llegado hasta aquí: No había otra forma de hacerlo, siempre han negado el diálogo, le tienen miedo a la democracia.

Margarita dice que ahora lo que la preocupa es que llegue la Policía Nacional o la Guardia Civil. En el centro de votación comienza a formarse una cola enorme de vecinos y ella duda si ponerse en la fila o esperar. No quiere entrar en el colegio hasta asegurarse de que la urna ha llegado, votar e irse a casa.

Es que tengo a mi marido arriba, está un poco malito… imagínate que entro y me dejan encerrada porque precintan… se va a preocupar.

Finalmente decide volver a su casa, pero solo para cambiarse de zapatos y regresar. Dice que tiene los pies helados y empapados, y unas botas de agua preciosas y recién compradas que va a estrenar hoy. Se despide riéndose.

Sigue lloviendo, nadie más se mueve.

Escuela Collaso i Gil, referéndum, crónica 1 de octubre

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El bar de Bin Laden está cerrado esta mañana, eso dice Javi cuando nos ve pasar, y que a La Llesca no entra porque no le fían. Ana lo invita a un café con leche.

La cafetería La Llesca es una tasca tradicional de Barcelona y la regenta un paquistaní, como otros muchos negocios del barrio. Nadie sabe muy bien de dónde sacan tanto dinero. Todos coinciden en una teoría, pero no está contrastada. Pero el hecho es que, poco a poco, El Raval va perdiendo a sus vecinos de siempre y se va pareciendo cada vez más a Islamabad.

Javi parece haber pasado la noche hablando sin parar, tiene la voz ronca y duda de vez en cuando para elegir la palabra exacta. Se pide un café con leche y se dirige a Ana.

¿Has visto?, qué vergüenza, qué poca movilización…

Ana se ríe.

Pero, ¿qué dices? Si está ahí todo el barrio… es que eres un quejica.

Javi la mira sin saber qué decir y se concentra en su café. Una pequeña pausa, y luego pregunta a Ana si ha recibido la paga de este mes. A ninguno de los dos le ha llegado.

Será cosa de la intervención de Montoro, ¿no? —se interroga Javi, sin obtener respuesta.

Entra otro vecino en el bar, se acerca a la barra y pide un coñac. Pero el chico que atiende tras la barra le dice que allí no se vende alcohol, ya no. El hombre se queda pensativo y mira a su alrededor, desubicado, como si se hubiera equivocado de barrio o estuviera buscando la prueba en lo que toman los demás. Resignado, pide un café con leche.

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A las 7:30 de la mañana llega la urna. Nadie puede verla porque está muy bien custodiada, pero los vecinos comienzan a decir: La urna, la urna, e irrumpen en aplausos y cánticos: Els carrers seran sempre les nostres. Poco más tarde llega un grupo de fotoperiodistas de prestigio, la CNN, El País, TVE, La Sexta y un montón de medios internacionales más. Resulta que el colegio se ha hecho más o menos famoso por el encierro de algunos vecinos el día anterior. Se rumorea que puede ser uno de los objetivos preferidos para los precintadores. Dicen que si hoy va a haber palos, aquí los habrá.

A las 8:30 sigue lloviendo y la gente continua ahí, en la cola, y cada vez son más. Margarita ya regresó de su casa, sus botas son bonitas, y a buen precio, según ella. No quiere que le haga una foto ni que le grabe su voz.

Recibo mi jubilación del Estado… quién sabe —sonríe—. Yo lo único que quiero es ejercer mi derecho a votar. Hay que hacerlo y resistir al boicot del Gobierno. Luego, que cada uno vote la opción que quiera.

En ese momento comienzan a llegar imágenes de otros colegios donde la policía ha cargado contra los votantes. Los vídeos se ven en grupo y se comparten rápidamente. Alguien pregunta: ¿Los mossos? Y otros responden: No, es la Policía Nacional.

La prensa ha desaparecido de pronto. Hay que ir a cubrir los golpes.

Se rumorea que el próximo colegio será este, que llegarán por Diagonal y entrarán en dirección contraria a Sant Pau. Los organizadores piden a los vecinos que salgan de la escuela a la calle, estarán más seguros y, si viene la nacional, habrá que estar fuera para impedir que entren y requisen la urna. Salen casi todos, pierden su turno en la cola, pero a nadie parece importarle. De nuevo, los vecinos gritan: ¡Votarem! ¡Votarem! Luego corean L’Staca.

Si están aquí engañados y manipulados, los responsables del embuste lo han hecho muy bien. Que el referéndum sea ilegal o no, independencia sí o no, españoles o catalanes, las previsibles dificultades económicas, el rechazo internacional; ya no parecen cosas importantes. Se trata de otro asunto, algo que quizá tenga que ver con el orgullo y el hartazgo ciudadano, la cabezonería sin vuelta atrás: ¡Volem Votar! Sí, no, en blanco o nulo, quieren votar. Incluso para un alérgico a estas demostraciones colectivas de sentimientos y emociones compartidas, a esta hora de la mañana, con la que está cayendo y en espera de que los apaleen, escuchar L’staca cantada a coro por todos bajo la lluvia, pone la piel de gallina.

Referéndum, Barcelona, 1 de octubre***

A las nueve de la mañana se abre por fin el colegio. Aplausos, cánticos. La gente respira aliviada. No ha llegado la policía. Hace una media hora que se corrió la voz de que, si cierran este colegio, se podrá votar en cualquier otro, se utilizará el censo universal.

La primera persona en votar ha desaparecido rápidamente, parece que no quiere protagonismo alguno. La segunda es Verónica, una camarera de veinte y pocos años que ha salido a las 4 de la madrugada de trabajar y se ha venido al colegio. Votó , sonríe cuando lo dice. Los vecinos le aplauden.

Al poco salta la noticia: han cortado las comunicaciones, el sistema informático está bloqueado. Nadie sabe si será definitivo, si se podrá continuar con la votación. Caras de preocupación, siguen llegando vídeos de las cargas policiales. Hay de todo: los golpes a discreción y  con la intencionada puntería de cualquier intervención proporcionada, señoras mayores por los suelos.

Al final apareció la violencia. Y su efecto no fue el deseado por el Gobierno, al menos que quisieran que esas imágenes se vieran en directo en casi todo el mundo por alguna extraña razón. Yo iba a votar en blanco. Ahora votaré Sí. Eso es lo que se escuchaba en la cola, a la espera de que se restableciera el sistema informático.

Escampó. Sigue llegando gente, ahora también familias enteras con niños, inválidos en sillas de ruedas a los que se les abre el camino hasta la urna. Margarita también se aparta para dejarlos pasar, ella aún puede aguantar de pie otro rato. Ahora, para amenizar la espera y espantar el temor a que lleguen los antidisturbios, charla con un vecino sobre cine, sobre la última película de Carla Simón. A ella le gustó, a él no.

Escuela Collaso i Gil, crónica Barcelona, referéndum, ***

Mientras se reparte leña en diversos colegios e institutos de Barcelona y en otros la gente espera horas y horas para votar, otra realidad, más relajada, se sucede al mismo tiempo. Por los alrededores de la Rambla de El Raval se montan puestos callejeros de venta de ropa, las terrazas se llenan y la gente sale a pasear.

En la plaza de Salvador Seguí, un restaurante chic comienza a servir desayunos a vecinos y turistas. Ahí no pasa nada, no se escucha nada sobre el referéndum. La gente charla sin enseñarse los móviles unos a otros.

Un grupo de hombres paquistaníes reza en público al final de La Rambla del Raval. Celebraban el 10 de Muhárram, que coincide este año con el 1 de octubre, según el calendario islámico. Conmemoran la masacre de los seguidores del imán Husein por parte de los leales al omeya Yazid. El imán fue decapitado por declarar: Muerte con dignidad es mejor que una vida de humillación.

Curiosamente, en este día sagrado esta prohibido luchar. Eso explican amablemente, llevándose la mano al corazón. Luego se alejan desfilando calle abajo por carrer Sant Oleguer mientras entonan su rezo y se golpean el pecho en señal de duelo. Un vecino del barrio los contempla y dice que hasta hablan catalán, pero no deben haberse enterado de que hay un referéndum. Sonríe mientras los sigue con la mirada. Luego se dirige hacia el colegio, a ver si ya se puede votar.

Ha dejado de llover y sale el sol tímidamente. Es mañana de domingo, una más, para gran parte de los barceloneses.

1 de octubre, día del referéndum, referéndum, crónica

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Sí, ya se puede votar en Collaso i Gil. No han llegado los antidisturbios y, a pesar de la indignación por lo que pasa en otros colegios, aquí también parece una mañana festiva. Los vecinos celebran con aplausos la salida del centro del primer votante tras el corte informático. Se puede votar, de una forma u otra, sin muchas garantías, apuntando a mano los datos. Algunos lo hacen sin que le pidan siquiera el DNI. Nadie quiere pensar cómo se hará el recuento, con qué garantías se podrá decir que ganó el —que ganará—.

Ana ha subido a su casa a preparar unas lentejas, habrá que almorzar, tiene una familia que atender. Por la tarde regresará a hacer cola.

Margarita ya votó y también se va a casa a atender a su marido. Lo consiguió sobre la una de la tarde, tras ocho horas de espera. Ha sido una mañana larga, pero no quería perderse esta cita histórica. Ya se le pasó el miedo a que llegara la policía, pero no la tristeza por los sucesos. Le duele la cadera, a su edad es lo más normal, dice. Pero valió la pena y bromea con otros vecinos: no se va a resbalar en ningún charco, lleva botas de agua, nuevas y a buen precio.

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Hay que acercarse hasta el Camp Nou, no se sabe si se celebrará el partido entre el Barcelona y la UD. Algunos dicen que el Barça no debería jugar. Otros, que el estadio sería la mejor plataforma para que la opinión internacional sepa lo que está sucediendo. Y en eso llegan las noticias de que el partido se va a jugar a puerta cerrada, y que Las Palmas lo hará con una banderita española —tipo Lacoste, pero marca España— bordada torpemente y a última hora en las camisetas. Fútbol, política y una decisión tomada por un presidente que confunde su ideología e intereses con los de una institución que no le pertenece, al menos en esencia. Cuando me muestran la noticia, algunos me preguntan por qué se tiene que enmierdar así sin motivo aparente, abanderando esa imagen de la España rancia. No lo sé, contesto, yo me hago la misma pregunta.

Nos tendremos que conformar con el póster. Al final hubo goleada, 3-0, un homenaje a la jornada de la huelga general que se celebrará en dos días. Un partido para olvidar: lo del juego de la UD no merece comentario alguno, lo del juego de quien la maneja tampoco.

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A las 7 de la tarde recibo la llamada de Ana. Ya pudo votar. La policía nunca llegó, el barrio está tranquilo.

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En Plaza Cataluña hay montado un gran escenario con practicables para la prensa que rodean casi todo su contorno. Hay al menos diez unidades móviles dispuestas a retransmitir lo que suceda allí dentro de un rato. ¿Qué va a suceder?, pregunto a un miembro del gabinete de prensa de la Asamblea Nacional Catalana. Me dice que no lo sabe, pero con la boca pequeña. Insisto, supongo que, estando allí, algo debe saber. Entonces sonríe levemente y me cuenta que quizás venga Junqueras, quizás lo haga Jordi Cuixart… quizás sea Puigdemont… si no lo detienen antes.

Por lo pronto, en la plaza solo hace acto de presencia un grupo de unos 500 manifestantes a favor de la unidad de España. De nuevo aparecen mezcladas banderas monárquicas y franquistas. Los manifestantes comienzan a disolverse cuando suena un estallido y la gran pantalla central de la plaza deja de mostrar la señal de la televisión pública catalana. Una chica con megáfono en mano y la bandera española en la otra, permance bajo el set donde están los técnicos y periodistas. El aparato repite: ¡Tevetrés, manipulación!, una y otra vez, y, entre frase y frase, otro chico hace sonar tres veces su tambor.

Nadie parece prestarles demasiada atención. Algún turista saca su cámara y los fotografía. La coreografía que han montado quizá les recuerde a alguna de las performances de la parte baja de Las Ramblas, quién sabe. Los dos chicos ni se inmutan. Nadie les pregunta nada. Ni siquiera a los que pasean por los alrededores envueltos en esteladas y con helados y refrescos en las manos, parece que les cause curiosidad su actuación. La frustración que evidencian sus rostros es solo, y aparentemente, el de una minoría con la que los vencedores no cuentan para la fiesta de este nuevo día.

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A las 7:30 entrevisto a una senadora del PDeCAT en la sede del partido. Aún no se tienen los datos del escrutinio, pero Beth Abad se muestra eufórica con lo sucedido esta jornada. En resumen, lo que me cuenta es que no se trata de ganar o perder, sino de crecer.

Está por ver en qué sentido y si todos los que han participado en este referéndum, los que no lo han hecho y los organizadores e inspiradores del mismo crecerán por igual. Imagino que habrá un plan para ello, para el día después, que será ya mañana. Pero Beth no me lo quiere contar, por discreción: ya sabes, en política, como en el periodismo, hay que actuar con discreción y ser prudentes.

Me voy al hotel con esa reflexión en la cabeza. Mañana será el día 2 del nuevo día, y saldremos de nuevo a la calle, con prudencia.

Por la noche aparece finalmente Puigdemont en Plaza Cataluña. Ya se tienen los primeros datos del escrutinio, ha ganado el . Comienza la fiesta.

Crónica 1 de octubre, Barcelona referéndum, 1 de octubre
Plaza de Cataluña, Barcelona, 1 de Octubre / Fotografía de Manu Navarro

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  • Gustavo Gil

    Las Palmas de G.C. 1965. Se licenció en Ciencias de la Información en Madrid y estudió cine en los EE.UU. y Cuba. Ha trabajado varios años como realizador y dirige la productora Conspiradores entre Madrid y Las Palmas de G.C. Cada vez tiene menos cosas y más proyectos. El último es la revista 7iM, de la que es codirector. Por lo demás, se encuentra bien, intentando trabajar lo menos posible.

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