Guerra Civil Española, veterano,

Simón Castro Barrameda – 101 – Veterano Guerra Civil Española

Guerra Civil, veterano de guerra, islanders

«Con 21 años me mandaron a la guerra, íbamos obligados, nadie quería ir a morir. Si no ibas te cogían los falangistas y te llevaban a la Mar Fea (Punta de la playa de La Laja) o a la sima de Jinámar y te tiraban como a un perro.
Por aquel entonces estaba trabajando en la carretera que se hizo de Agüimes a mi pueblo, Temisas. Salí de allí con la intención de volver.
Me llevaron a Las Palmas, a la zona de los antiguos juzgados y, esa misma noche, embarqué dirección a Larache, Marruecos. Estuve 3 días y 3 noches en el barco sin comer nada. Recuerdo que cuando llegamos al muelle vi a un fulano vendiendo plátanos a realillo* y, lo primero que pensé fue: “¡coño, están más baratos que en Las Palmas!”, que estaba a tres perras** el kilo. Cuando fui a comprar, a real era la unidad, no el kilo (risas).
El mismo día que llegamos a Ceuta nos metieron en una guagua con destino a Larache. Allí estaba más contento que el carajo porque coincidí con dos de mi pueblo.
Acostumbrado a la comida de mi madre, la que me daban allí no era del todo buena y estaba siempre enfermo del estómago. Un día entrando por la puerta del cuartel tocaron para bajar la bandera, todo el mundo tenía que quedarse quieto y firme. Yo andaba con la tripa descompuesta, aguantando la porquería para que no bajase por el pantalón. Cuando rompieron filas corrí al baño a quitarme los calzoncillos y poder lavarme (risas).
Las primeras cartas que mi madre me mandó no las podía leer, se me llenaban los ojos de lágrimas, fue muy duro.
Cuando pidieron voluntarios para ir a la guerra me presenté, allí ya no aguantaba más, me estaba muriendo, la comida era horrible.
Del continente africano llegamos a Algeciras en barco, allí nos montaron en un tren y estuvimos 10 días y 10 noches para llegar al frente, a Teruel, al pueblo de La Muela.
Hacía un frio de muerte, cogíamos las palas y apartábamos la nieve poniendo ramas de matos en el suelo y encima una lona, esa era nuestra cama. A veces nos quedábamos enterrados en la nieve.
De allí me trasladaron a Tremp, en Lérida. Era un pueblo muy importante, como Telde hoy en día en Gran Canaria.
En aquellos tiempos, para estar distraído, le pedías a algún compañero de la isla la dirección de una chica que él conociera y le escribías. A ella le llegaba una carta de la guerra sin saber quién era la persona que la escribía, pero la contestaba. Ayudaba mucho a pasar el tiempo, era tu madrina de guerra. La mía era de Cercados de Araña, cerca de la Presa de Chira. Incluso me llegó a mandar paquetes. Se llamaba Jesusa Hidalgo León.
Yo estaba en la compañía de ametralladora, disparábamos sin parar. Algo nos daban, no sé el qué, pero algo nos daban porque allí se hicieron cosas difíciles de entender.
Estuve siempre en el frente, las balas allí eran como la lluvia. Recuerdo en una ocasión que el teniente me mandó a buscar al comandante y yo, al ver la situación, me dije a mí mismo que si iba a buscarlo no salía vivo, así que me quedé agachado detrás de una piedra, cerca de donde estaba el teniente. Calculé el tiempo que tardaba en hacer el recorrido y regresé sin hacerlo, dije que el comandante no estaba donde me habían mandado (risas).
Estuve dos años y medio en primera línea, era de la quinta del 36. Tuve mucha suerte, solo sufrí una caída una noche llevando la ametralladora a cuestas. Caí de boca y me rompí la nariz y me fastidié el brazo izquierdo, me llevaron a lo que era una antigua fábrica de azúcar. Aquello era una carnicería, había de todo: muertos, gente gritando, otros quejándose…, el mejor que estaba era yo.
Cayeron muchos al lado mío, vi mucha gente morir. Recuerdo una vez que camino a un parapeto*** se me cayó la manta y, con la lluvia de balas que había y la artillería lanzando bombas por todos lados, me pensé dos veces ir a buscarla. Al final me decidí y fui arrastrándome hasta llegar a cogerla. En ese mismo momento una bomba cayó en el parapeto donde estaba. Murieron cuatro compañeros y el resto fueron heridos graves. Fue mucha la suerte, ¡pero mucha mucha!
Un año después de acabar la guerra me licenciaron y me mandaron para casa.
Al volver, un señor de mi pueblo me dijo: un día, todo lo que pasaste y viste en la guerra, si dios te da vida, creerás que aquello ni lo hiciste ni lo pasaste, sino que fue un sueño.
Una pura verdad».

*Antigua moneda española equivalente a 25 céntimos de peseta.

**La perra gorda era el nombre coloquial con el que se denominaba a la moneda española de 10 céntimos de peseta. Este nombre fue dado en alusión al extraño león (al que se confundía con un perro) que aparecía en el reverso, asimismo, se le llamaba perra chica a la moneda de iguales motivos en anverso y reverso con la mitad de peso, tamaño y valor (5 céntimos).

***Muro de piedras, sacos de arena y otros materiales, que sirve para proteger a los que luchan de los ataques de sus enemigos.

Fuente: Wikipedia

Artículo que forma parte del proyecto Islanders, cortesía de Rubén Grimón 

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