Yolanda Pantin - Leer - Poesía - 7 Islands Magazine

Edición de Nicolás Melini

Fotografía de Lisbeth Salas

Décima y última entrega poética de la serie en 7 Islands Magazine, para despedirnos hemos escogido la poesía de la venezolana Yolanda Pantin, una poesía que transcurre prosaica y bella, transmitiendo un presente que tiene su origen en una tragedia antigua. Ello, el destino trágico venezolano, todo parece teñirlo, tal como relata la propia autora. 

Yolanda Pantin es poeta, ensayista, editora y autora de libros para niños. En poesía ha publicado más de diez títulos, entre ellos Casa o lobo (1981), Correo del corazón (1985), La canción fría (1989), El cielo de París (1989), Los bajos sentimientos (1993), La quietud (1998), Poemas huérfanos (2002), La épica del padre (2002), y 21 caballos (2011). En 2014 la editorial Pre-textos publicó País, poesía reunida 1981-2011.

POEMAS

La raíz

Esta casa se hizo con los años

al seguir un orden y ese orden

no es estético. Todo apunta al hueso:

Ha muerto en mí lo literario.

 

Vuelvo al comienzo

de esta historia

cuando niña

se hizo la luz

al lado de mi madre.

Ella dispuso de una casa

orientada al Este,

y los muebles enseguida

fueron caminando,

y los cuadros con los adornos,

y las piedras

hasta encontrar su sitio.

Con la casa se hizo el jardín:

Once azahares de la India. Los hijos

aquí nos encontramos.

Y cuando el tiempo

desordene naturalmente

el cabello repeinado

de los niños,

y los mismos azahares

se ofrezcan,

nosotros volveremos a empezar

desde la raíz.

Separador_01

«Su apuesta discursiva no sólo se erige como vanguardia de este vasto movimiento sino que también lo expande a límites inconcebibles por el carácter cuestionador, descreído y crítico de su poesía».

Antonio López Ortega

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Herencia

I

Pertenezco

a este pedazo de la tierra.

Reconozco como míos

el aire

que fue de mi infancia,

los relatos de mis padres

jóvenes y eternos,

cuanto su vista levantó

de estos valles

donde abreva el deseo.

 

II

Yo soy aquella en la fotografía,

de pie,

entre el miedo y el deslumbramiento.

Le he sido fiel a su memoria

a cuanto sus ojos recuerdan

de aquel cielo,

al lomo

de los caballos relucientes.

Pero vuelve el recuerdo

de aquella ocasión en que quise sustraerme,

y no hallé lugar que me resguardara

de mis despóticos fantasmas coloniales.

Así me hundo en esa putrefacción cálida,

mientras manos que son de nadie me arrancan del cuerpo.

«Porque hay un sentido de tragedia que recorre su poesía y una manera muy única de distanciarse de sí misma para nombrar lo insondable».

María Baranda

Declaración 

Esa noche conocimos el fin de nuestro mundo.

Se apagaron las luces

y al valle lo envolvió

la mayor oscuridad.

Cerramos la puerta del jardín

que es el predio paterno. Estamos bien,

decía mi madre por el teléfono. Se oían

voces afuera e imprecaciones

mientras pasaba

un río de gente por la carretera,

un río humano.

Ni los carros ni los autobuses

podían avanzar hacia los caseríos, tal era

el desorden. Nosotros

veíamos

las lenguas de fuego

levantarse

por detrás de la vieja

casa de hacienda.

Estaban hambrientas.

Los perros ladraban

como locos. Podría decirse

que olían el miedo.

Era el espectáculo

de nuestra perplejidad. Así

estuvimos mucho tiempo

cavilando, hasta que

nos venció el cansancio.

Pero el asedio continuó durante aquellos días

ya que las tumbas se habían profanado.

Exilio

Ustedes

perdieron un país

dentro de ustedes.

«Su nombre empieza a sonar a principios de los años ochenta junto al de otros jóvenes caraqueños que, a través de un polémico y encendido manifiesto, se dan a conocer como el grupo Tráfico. En una república literaria dominada entonces por la alta modernidad de figuras como la de Rafael Cadenas (1930), Guillermo Sucre (1933) y Eugenio Montejo (1938-2008), por citar solo a los autores internacionalmente más conocidos, Tráfico irrumpe con un discurso crítico que señala un relevo generacional y, en muchos aspectos, el fin de una época».

Gustavo Guerrero

Traduciéndonos a nosotros mismos

Hay algo extraordinario

en el lugar del No Entendimiento,

y el deseo de entender,

semejante a la tarea de escribir un poema,

o de traducir un fragmento

de un idioma desconocido.

Algo cierto

como un hachazo,

en la infantil necesidad

de articular un pensamiento,

o dibujar algo

que haga señales

en el claro del bosque

para el niño autista.

Pequeños sucesos

de la comunicación humana

—¿Qué dice?

—¿Qué quiere decir?

Mínimos gestos y mínimas palabras

que en algo calman

la creciente ansiedad:

Voy entendiendo sólo

lo que proyecto sobre ti,

lo que tu lengua

desencadena

desde su música extraña

cuando,

desde algún lugar,

desencajado

emergen,

como faros, también, inesperadas

alusiones a osos, a leopardos.

O la palabra “lobo”

traída por el deseo,

más allá de las cultas referencias

a la fundación de Roma,

y pasando por alto

lo que podría ser

en el diálogo y no en el monólogo

poético.

Si pudiésemos hablar

en el mismo idioma,

un intercambio de eruditas lecturas

y salas de museos.

La palabra “lobo”

enaltecida,

sustanciada,

porque,

lo que al final se entiende,

desde la callada

orfandad

de frases imposibles

y oídos

sordos,

.

vacilaciones,

intentos de avanzar

en el claro del bosque

—¿Qué dices?

¿Qué me quieres decir?

cuando una palabra surge

y uno cree entender

lo que no era

y Es,

en la certeza también

y en el fracaso del poema.

«Cuando ocurrió la muerte de dos de mis hermanos en el salto del río Aponwao en la Gran Sabana (ese lugar que al parecer es extraordinario), alcé mis escudos y me puse a escribir y a pintar. En mi novela no escrita, veía que la muerte de Juan Andrés y de Eugenio había coincidido con la pérdida de la hacienda donde crecí, y el innoble final de los purasangre. Ese brutal arrancamiento ocurría en un país pero, ¿qué clase de lugar era ese?».

Yolanda Pantin

LIBROS PARA NIÑOS

Sus libros para niños han recibido reconocimientos dentro y fuera de Venezuela. Ha sido traducida al inglés, alemán, holandés y portugués. Su libro Los bajos sentimientos fue traducido al francés por Henry Deluy y publicado con el título Les bas sentiments por la editorial Fourbis en París, en 1991.

 

EDITORA

Yolanda Pantin ha sido editora. Fundó y fue miembro del consejo del Fondo Editorial Pequeña Venecia entre los años ochenta y noventa. Fundó y codirigió la revista de arte, literatura y pensamiento “El puente”. Fue directora adjunta de la Fundación Casa de la Poesía Juan Antonio Pérez Bonalde y directora de museología del museo de arte contemporáneo Alejandro Otero (MAO) en Caracas.

RECONOCIMIENTOS

Becaria de la Fundación Rockefeller en Bellagio Study Center, en 2004 la poeta Yolanda Pantin recibió la Beca Guggenheim. Formó parte del grupo literario Tráfico, de gran importancia en la historia de la literatura venezolana reciente, junto con Igor Barreto, Miguel Márquez, Alberto Márquez, Armando Rojas Guardia y Rafael Castillo Zapata. En 1989 recibió en Caracas el Premio Fundarte de Poesía. En 2015 le fue otorgado el Premio Poetas del Mundo Latino «Victor Sandoval» (México) por su  trayectoria literaria.

 

Reside en Caracas, Venezuela.

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