Mercedes Gómez Blesa

Debes conocerlas

Entrevista a Mercedes Gómez Blesa

Escribe Mercedes Gómez Blesa en el epílogo del libro Debes Conocerlas, Ediciones Huso (2016): «Nuestra identidad, por tanto, como mujeres, es también líquida, maleable, flexible, abierta y adaptable a muchos formatos y a una pluralidad de formas nuevas. Podemos elegir qué mujer queremos ser». Y lo que me viene a la cabeza es preguntarme si nosotros, los hombres, disponemos de esa flexibilidad para atrevernos a indagar en nuestra identidad femenina. Quizá sea un pensamiento un tanto arriesgado, pero, ¿por qué no? Después de todo, ¿quién no ha fantaseado alguna vez con la transformación? Y, tal como cita Mercedes, en palabras de Simone de Beauvoir: «No se nace mujer, llega una a serlo».

Mercedes y Marifé Santiago Bolaños han escrito un libro que se me hace indispensable si uno, hombre o mujer, quiere saber de dónde venimos, dónde estamos, y quizá, incluso, hacía dónde debemos ir —juntos— en esta lucha por la igualdad. Conocer la historia de estas mujeres-faro que nos cuentan debería ser lectura, no sé si obligada, pero sí, al menos, recomendada en cualquier programa académico.

No puedo apartarme, en el momento de afrontar la entrevista, de mi papel de hombre. En parte, me siento como abogado del diablo y me pregunto por qué. Quizás, tenga algo que ver mi ignorancia sobre la mayoría de las historias que nos narran y algunas conexiones del subconsciente. Ya no podemos decir: «No sabía nada al respecto». Podemos y debemos conocer estas historias de mujeres valientes, brillantes e imprescindibles para todos. Detrás de cada una de ellas hay más historias, las de las mujeres que no llegaron a escribir, ni a investigar, ni a hacer arte, ni a viajar o siquiera a reflexionar sobre la existencia, por la presión de un sistema caduco que valora más la práctica del poder que el de la justicia.

Hagan, por favor, el ejercicio de contabilizar cuántas mujeres-faro hay en su vida. Imagino que el resultado será similar al del que escribe estas líneas. Si es así, tienen un motivo más para leer este libro.

Mercedes Gómez Blesa

¿Cómo surgió el proyecto?

Este libro es una aventura femenina que surgió de una manera casual, anecdótica. Marifé y yo publicamos sendos libros al mismo tiempo y en la misma editorial. El de Marifé se llamaba Wangari Maathai y otras mujeres sabias (Ed. Laberinto, 2009) y el mío Modernas y Vanguardistas (Ed. Laberinto, 2009), y fuimos a presentarlos a la biblioteca de Astorga. Una mujer del publico intervino para preguntarnos: «¿Cómo es posible que conozca a muchas mujeres europeas: Arendt, Weil, Beauvoir… pero, en cambio, no sé nada de esas damas españolas de las que hablan?». Entonces nos propusieron volver otro día y que les contáramos sobres ellas: Concha Méndez, Maruja Mallo, Remedios Baro, Ernestina de Champourcín

Creíamos que era algo que podría caer en el vacío, pero, a la mañana siguiente, ya se habían inscrito treinta mujeres que habían llamado al ayuntamiento para preguntar sobre ese curso. Comenzamos hablando de mujeres españolas y luego lo ampliamos a otras europeas: filósofas, bailarinas, pintoras… Y luego seguimos con mujeres africanas, asiáticas… Desde el ayuntamiento nos propusieron dar las charlas los sábados, de 16:30 a 21:30, y así estuvimos tres años sucesivos.

Hace poco, en la presentación de Debes Conocerlas, nos hicieron un comentario precioso. Nos dijeron que este libro pasaba a ser una especie de Enciclopedia Álvarez de la mujer, porque todas las mujeres que han destacado en el siglo XX están en él.

¿Cómo fue el proceso de trabajo entre Marifé y tú?

Pues, decidíamos sobre qué tema íbamos a hablar cada sábado y nos pasábamos un esquema con el que medíamos el tiempo de cada intervención. Poníamos en común nuestros respectivos universos. Ella más desde la danza, la dramaturgia, la poesía y las artes escénicas; aunque también es filósofa. Y yo me centraba más en la filosofía, el ensayo, el mundo de las ideas. Por ejemplo, proponíamos: El cuerpo de la mujer. Yo elegía a Fridha Kahlo y Marina Núñez, y Marifé se centraba en el mundo de la danza, disciplina de la que es especialista en la Universidad Carlos III.

Y, ¿cómo van las ventas?

Bien, vamos ya por la tercera edición. Está funcionando bastante bien, se está difundiendo mucho y, para tratarse de un ensayo, es un gran éxito. En Francia se lee tanto ensayo como novela, pero en España todavía estamos en ese proceso…

Imagino que no sabrás sin son lectores o lectoras

Pues no lo sé [sonríe], imagino que, mayoritariamente, mujeres, claro. Pero mira, no sé si has observado que son las mujeres, en su mayoría, las que asisten últimamente a cualquier acto cultural: exposiciones, presentaciones, conciertos… pero es raro encontrar a los hombres, yo no sé dónde están. No sé si en el deporte, en sus negocios, pero parece que hay una deserción de los hombres respecto a las manifestaciones culturales. ¿Por qué crees tú que pasa eso?

Mercedes Gómez Blesa

Pues, yo tampoco lo sé, no conocía ese dato…

Nosotras sí, y lo comentamos mucho…

Pero, sí creo que las mujeres estudiantes son ya mayoría en la universidad, ¿no?

Sí, son más, pero habría que ver en qué carreras, porque en las de Ciencias, sobre todo en las Ingenierías, todavía existe mucha reticencia a la entrada de la mujer. También en los Bachilleratos de Física y Matemáticas, en el científico técnico aún el número de niñas es menor… y todavía hay muchas empresas que prefieren contratar a un ingeniero antes que a una ingeniera. Y hay que tener en cuenta que las primeras mujeres que entraron en la universidad en España, que fueron médicas, lo hicieron en 1910. Pero no se les permitió ejercer hasta 1932, con la II República, cuando reclamaron sus derechos.

Escribes en el libro que quieres compartirlo con otras mujeres, ¿qué pasa con los hombres?

Sí, por supuesto, los hombres tienen que conocerlas también. Pero el imperativo Debes Conocerlas responde, sobre todo y desde nuestra experiencia personal, a un intento de construcción de la identidad femenina. Cuando, a veces, los referentes familiares no te son útiles para construirte como mujer porque representan un papel muy tradicional, como ángel del hogar, dedicada a los hijos y al trabajo doméstico, que no tienen un proyecto propio, una vida propia, sino que están entregadas a los demás, entonces buscas otros referentes, literarios, filosóficos… incluso en mujeres que son de otra época. Así que nuestro libro responde a ese imperativo de invitar a otras mujeres para que les sirva a ellas, igual que a mí, como mujeres faro. Sí que hay una especie de complicidad femenina, decimos: «A nosotras nos han servido para construirnos como mujeres, a lo mejor, a ti también». Eso no supone que los hombres estén excluidos de esta invitación, porque son mujeres tan interesantes que despiertan el interés de cualquier persona. Y, claro, hasta que el hombre no se incorpore a la lucha por la igualdad, esta no se va a conseguir.

Mercedes Gómez Blesa

Y, ¿por qué cuesta tanto y nos peleamos tanto?

Por la microfísica del poder, que decía Foucault. Es decir, en todas las relaciones sociales siempre hay alguno que quiere mandar y otro que manda, y en nuestras propias relaciones sociales vamos intercambiado estos papeles: a veces mandamos y a veces obedecemos. Creo que es natural en el ser humano querer imponer, a veces, su criterio y necesitamos domar esas emociones, ejercer la inteligencia emocional, para ser mucho más solidarios y tolerantes. Casi todas las relaciones sociales se fundan en un uso del poder y, hasta ahora lo ha ejercido, normalmente, el hombre, que representaba el paterfamilias, desde la aplicación del Derecho Romano. La propia ley garantiza esa figura hegemónica porque, durante muchos siglos, el código civil impedía que la mujer pudiera abrir un negocio a nombre propio, ser testigo en un juicio, abrir una cuenta bancaria, el derecho a voto… Es decir, las leyes nos han condenado a ser menores de edad cuando éramos mujeres ya adultas. Esa minoría de edad solo se ha podido superar cuando hemos encontrado la igualdad legislativa. Ahora nos queda conseguir la igualdad política, económica y, sobre todo, romper ese techo de cristal que nos impide llegar a los puestos más altos en la sociedad. Porque, muchas veces, la mujer sigue ejerciendo el papel de cuidadora de los otros. Cuando tienes hijos, con frecuencia, supeditamos su cuidado a nuestra carrera profesional, cosa que los hombres no se plantean tanto. Aunque ya hay más reparto de papeles dentro de la pareja, todavía ejercemos mayoritariamente ese papel de cuidadoras.

María Martínez Sierra reivindicaba el concepto de matria, ya en 1917, en vez de patria.

Efectivamente, hay que reivindicar ese concepto frente al de patria, páter…

Sin embargo, también parece que se ha establecido una especie de guerra semántica que a veces raya con el absurdo y que no ayuda mucho. ¿Nos haría falta una, o un, Mandela que nos sentara a entendernos?

[Ríe] El problema es que estas relaciones de poder, de las que te hablaba antes, se dan en el seno de la intimidad. Y ahí es muy difícil legislar por parte de un Estado. Se está legislando, por ejemplo, con el problema de la violencia de género. Antes, cuando un hombre pegaba a su mujer era un asunto privado, pero ahora se ha conseguido legislarlo, que ya es un logro. Pero, ¿cómo legislas sobre el reparto de las tareas del hogar?, por ejemplo. Ahí sigue habiendo una hegemonía por parte del hombre sobre la mujer. O en el ámbito laboral, donde, por norma, cobramos menos y hacemos, a menudo, jornadas más largas. La solución es difícil, porque como no aprendamos a pactar entre los dos este equilibrio de poder y repartir los papeles, no lo vamos a conseguir nunca. Y, ¿cómo se hace? Pues, a base de educación. La escuela y la sociedad contribuyen a crear estos patrones de comportamiento para hombres y mujeres que te señalan qué debes hacer y cómo comportarte en la vida, a título privado y a título público. Las trabas nos las instalamos nosotros mismos en nuestras cabezas, fruto de nuestros prejuicios educacionales, religiosos y, sobre todo, sociales.

Parece que las mujeres han evolucionado, en apenas dos siglos, mucho más que en toda la historia de la humanidad, por ejemplo, ocupando lugares en la sociedad que les han sido vetados históricamente ¿Nos hemos quedado los hombres atrás?

Sí, en el último tercio del siglo XIX, en el XX y lo que llevamos del XXI las mujeres han evolucionado más que en toda su historia, porque las circunstancias económicas lo han permitido. El hecho de que las mujeres se hayan incorporado al desarrollo industrial, al trabajo en la fábrica, porque su mano de obra era necesaria para el desarrollo económico, ha contribuido a que hayan conseguido derechos, ya que eran autónomas económicamente y eso es importantísimo.

Creo que al hombre le hace falta dejar a un lado esa educación, podríamos decir: imperativa, impositiva, de un hombre fuerte, duro, masculino, autosuficiente y aprender un poco de inteligencia emocional [ríe], a ser un poco más sensible y no tener miedo a mostrar sus propias contradicciones.

Mira, cuando dos mujeres nos juntamos a hablar, siempre terminamos haciéndolo sobre nuestra vida íntima. Cuando lo hacen dos hombres, ya tienen que ser muy amigos, de mucho tiempo, para que intercambien confidencias íntimas. Creo que hay un miedo en el hombre a mostrarse, a desnudarse, a mostrar su lado más emotivo y sentimental. Y también creo que cuando un hombre rompe esa rigidez, que le provoca su propia educación, es mucho más feliz. Ya no tiene que jugar ese papel de poder hegemónico, de estar siempre perfecto y estupendo, controlando la situación. Cuando el hombre aprenda a mostrar sus miedos, sus pudores, sus contradicciones, entonces podremos acercarnos más.

Mercedes Gómez Blesa

A veces encuentras artículos tipo: “5 cosas que todo hombre hace…”, por supuesto, descartando al padre, hijos y pareja de la autora. Recuerdan a esos dichos machistas tan populares, pero al revés. ¿Aportan algo esas generalidades?

Es que lo han hecho [los hombres] durante tantos siglos… Fíjate, en el primer capítulo del libro, Los hombres que no amaban a las mujeres, cuento cómo, por parte de los higienistas y los biólogos, se crea desde el saber, que es poder, una especie de tipología de prototipos. Los higienistas marcaban cuántas veces copular, cómo se debía hacer el amor, cómo tenía la mujer que atender a las necesidades del hombre, cómo la mujer se convertía en una necrópolis al llegar a la menopausia… Hasta un hombre tan brillante como el premio Nobel en Ciencias, Ramón y Cajal, utilizaba estos términos. Decía que una mujer que utilizara sus dotes intelectuales perdería sus dotes maternales. Y lo decía sin ninguna base científica. Es decir, esto se difundía no solo desde la esfera de la religión sino también desde la ciencia, haciéndonos creer que nosotras éramos inferiores. Lo hacían también filósofos como Nietzsche o Schopenhauer, que decía que la mujer es un animal con las ideas cortas y los cabellos largos. Aristóteles, que decía que la mujer estaba al mismo nivel que el esclavo porque era incapaz de servirse de su propia razón.

Mira el caso de Marina Núñez. A mí no me interesaba tanto como artista sino como persona que reflexiona sobre todos aquellos modelos de mujer que se salían de la norma: las mostruas, las gordas, las histéricas… Cómo se construye, incluso, una enfermedad femenina de la histeria que es una falsedad, el montaje fotográfico de un pirado francés con un fotógrafo de la época, que elaboran una tecnología para machacar a la mujer, que puede ser peligrosa si puede ser histérica. Se victimiza el cuerpo de la mujer porque su menstruación, su parto, su menopausia, pueden dar lugar a una enajenación mental. Se crea toda una serie de normas, de obligado cumplimiento por parte de la mujer, que van condicionando su conducta, van mapeando su cerebro, de forma que te preparaban para ser madre, no una mujer liberal.

Son tantos siglos de lacra, de un intento de mantener a la mujer en una posición subalterna, secundaria, que eso ha calado mucho en nosotras. Destaparlo cuesta mucho y, de hecho, la principal causa del machismo se debe a las mujeres, que son las encargadas de la educación de los niños en los patrones machistas. Si todas las mujeres se decidieran a educar a sus hijos fuera de esos patrones, se alcanzaría su fin, no sé si su fin completo, pero sí cerca… No recuerdo cuál era la pregunta [ríe].

Mercedes Gómez Blesa

Te comentaba si esas “reflexiones” sobre el hombre, así, en general, sirven para algo a estas alturas.

Bueno, fíjate que hasta en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, que se publica en la época de la Ilustración,  son los derechos del hombre, no de la mujer. No son universales, se excluía a la mitad de la población. Es decir, no es todo tan ideal… y ese odio puede responder a que, cuando un grupo social ha estado sometido tanto tiempo, se genera una voz de alarma para que esto no se vuelva a repetir.

Algo que me pareció sorprendente es la descripción que se hace en el libro de la actitud y el pensamiento de esos intelectuales, considerados como las mentes más brillantes de nuestro país… Ortega, Ramón y Cajal, Marañón. No se salva ni uno…

Efectivamente, pero no solo los de la Generación del 14 o del 98, sino también los de la Generación del 27, con lo modernos y vanguardistas que eran. ¿Cómo era posible que Buñuel no quisiera presentar a su novia, Concha Méndez, a sus amigos? Dalí, Lorca… tenían una doble vida, una de locura y vanguardia con sus amigos y amigas y luego tenían la novia formal, que había que llevarla a casa y no se presentaba a los amigos. O el caso de Alberti, por ejemplo, que se negó a contar su relación con Maruja Mallo, a pesar de tener con ella seis años de relación y de influencia mutua. ¿Cómo era posible eso, en hombres tan vanguardistas y rupturistas, con unas mentes tan abiertas? Pero, el caso es que así era.

Mercedes Gómez Blesa

Llega la Segunda República y aquí sí comienzan a desempeñar puestos de gran responsabilidad.

Sí, claro. Ellas estaban en los mismos ambientes que ellos, en las cafeterías, en las tertulias, en las mismas revistas. Concha Méndez con Altolaguirre estaban haciendo todas las grandes revistas que darían nacimiento a la Generación del 27. La casa de Concha era el centro de reunión. Allí iban Cernuda, Lorca, Alberti, Alexandre, todos… pero, ¿por qué las borraron?, ¿quiénes hacen la historia de la literatura? Pues, los hombres. Y, fíjate, no creo que existiera un odio hacia la mujer sino que ellos echan mano de lo que tienen más cerca: sus amigos, con quienes más comparten. Es un comportamiento machista por parte de la intelectualidad.

¿Por qué cuando María Teresa León y Alberti vuelven del exilio, ella no aparece en la fotografía? Si vinieron juntos. Concha Méndez vivió a la sombra de Altolaguirre. Champourcín con DomenchinaMaría de Maeztu con su hermano. ¿Cómo puede ser que haya un instituto con el nombre de Ramiro de Maeztu y no de María? Con la importancia que tuvo ella en el mundo de la educación, haciendo un trabajo de renovación pedagógica increíble.

Son mujeres modelo del siglo pasado, ¿cuáles tenemos ahora?

Yo soy profesora de Filosofía en un Instituto y doy una asignatura que se llama Valores Éticos. En cada sesión les muestro a los alumnos el caso de una persona que ha ayudado a mejorar el mundo, la mitad de los casos son mujeres. Por ejemplo: Wangari Maathai, la mujer árbol, una mujer que consiguió plantar dos millones de árboles en su país, Kenia, dando trabajo a miles de mujeres en la mejora ecológica y la regeneración de la industria madedera. O el caso de Malala, esta niña paquistaní a la que intentaron matar solo por querer estudiar. O el papel de las mujeres en la Primavera Árabe. El periodismo de las mujeres rusas, algunas de ellas asesinadas, que arriesgan su vida por contar la verdad. Hay muchos ejemplos, el problema es el desconocimiento y que, frecuentemente, solo nos llega ese modelo de actrices, famosas y demás… gente que vive de su cuerpo, pero que no ayuda a mejorar la realidad. Es una tarea de la educación y también de los medios darlas a conocer. Aunque, por suerte, cada vez hay más encuentros que realizan esa tarea. En Segovia hay uno muy conocido, Mujeres que trasforman el mundo, donde conocimos recientemente el caso de  Vicki Subirana, que se dedica a construir escuelas para niños de la calle en Nepal. Es una pena que haya cadenas de televisión dedicadas al cotilleo y que no se muestren estos casos de mujeres faro…  y de hombres faro también.

Mercedes Gómez Blesa

Una de esas mujeres faro de las que se habla en el libro es Hannah Arendt y su concepto de la banalidad del mal. Hoy no podemos decir que no sabemos lo que está pasando…

Mira, qué bonito lo que me han aportado a mí estas mujeres de Astorga: cuando yo hablé de este concepto de la banalidad del mal, ellas lo relacionaron con la violencia de género…

No podemos decir que no hemos oído los golpes de los vecinos, los gritos y cómo nadie denunciaba. De alguna manera, somos cómplices de esa violencia con nuestro silencio. En el caso de las violaciones de guerra, en Yugoslavia, en Ruanda, ahora en Siria… que no denunciamos.

El concepto de banalidad del mal es una de las grandes ideas desarrolladas por Hannah Arendt para referir como la figura del malvado ya no es el monstruo, el asesino en serie, una persona perversa, sino que la figura de la maldad la puede encarnar cualquier persona normal. De hecho, fíjate cuando hay un asesinato de género, los vecinos coinciden en decir: «Pues, parecía una persona tan normal». Cualquiera puede ser un asesino porque no hace falta ser una persona perversa. A veces, las circunstancias, el contexto, te pueden llevar a convertirte en un asesino, como le pasó a Eichmann. Alguien que ni siquiera odiaba a los judíos solo que, como decía Arendt, se convirtió en un idiota, es decir, en alguien incapaz de distinguir el bien del mal. Alguien que se limita a cumplir órdenes, supeditando su libertad a las decisiones de otras personas de una forma acrítica, sin cuestionarlas. Y ese es el problema: callarte, el silencio, aceptar lo que te dicen sin cuestionarlo, no tener una visión crítica de la realidad, una visión propia. ¿Por qué la sociedad alemana se comportó así?, ¿acaso no veían, no escuchaban, no sabían de las desapariciones, de los asesinatos? Pero, claro, ¿quién se atreve a hablar? A veces, el miedo te hace guardar silencio y convertirte en cómplice de la maldad. Lo otro, requiere, a veces, convertirte en un héroe.

Eres profesora de filosofía, ¿eres optimista en este contexto actual de las Humanidades?

Sí, mucho. Igual que yo puedo verme como una mujer con muchos más derechos que los que había en el siglo pasado, ¿cómo no voy a ser optimista? Puedo ir sola por la calle, tener una casa, poner un negocio…

Me refería a en el ámbito de la educación…

Sí, creo que también. Si no creyese en eso no me dedicaría e educar. La intolerancia y la barbarie vienen por el desconocimiento. Hay que ponerse en el lugar del otro… Mira, yo llevo veintidós años dando clases y, al principio, daba por hecho que todos mis alumnos eran católicos. Hoy, cuando entro en una clase, tengo que preguntar cuántos son católicos, musulmanes, ortodoxos… y los alumnos también saben más y respetan las particularidades del otro. Ya no se ríen si uno no ha comido en todo el día por el Ramadán y se desmaya, ni cuando alguien tiene que quitarse el hiyab o cuando salen y tienen que elegir un lugar donde puedan comer todos… El muticulturalismo nos está enseñando a ponernos al día.

Mercedes Gómez Blesa

De todas esas mujeres, ¿has tenido una mujer faro especial?

Bueno, hay muchas, pero la que me ha acompañado a lo largo de toda mi vida, a la que más debo y de la que más he aprendido es María Zambrano. Yo soy especialista en su obra, la llevo estudiando muchos años y he editado muchísimas obras de ella. He hecho la edición crítica y ahora estoy preparando sus obras completas con un grupo de profesores de la Universidad Complutense. Creo que es un modelo de mujer valiente, con una inteligencia finísima. Es una de las grandes intelectuales europeas y no ha tenido el reconocimiento que se merece porque sus circunstancias personales no fueron las propicias. Estuvo cambiando de continente toda su vida, entre Europa y América; y de país: España, Italia, Francia, México… y la verdad es que ha tenido un reconocimiento tardío, pero aún le falta el reconocimiento europeo como una de las grandes intelectuales del continente, a la altura de Hannah Arendt y Simone Weil.

Yo he querido ponerla a la altura de ellas dos en este libro. De hecho, las agrupo en el mismo bloque temático para que se vea que son coetáneas, que vivieron y sufrieron lo mismo. Primero, la alegría de los años veinte y la juventud pletórica de los derechos de la mujer. Y luego, el bombazo de las dictaduras y la guerra, los campos de concentración y el exilio. Comparten el desgarro de Europa, un mismo destino. De hecho, nuestras intelectuales quizá tengan más méritos porque no contaron con ningún apoyo institucional. Exceptuando el Colegio de México, los intelectuales españoles lo tuvieron muy difícil para trabajar en el exilio. Y para las mujeres fue mucho más difícil aún. María Zambrano decía que se sentía exiliada de los propios exiliados, que no encajaba tampoco en ese contexto. Lo mismo le pasó a Concha Méndez, a Maruja Mallo o a Rosa Chacel, mujeres que cayeron en el amateurismo. Después de haber llevado una gran carrera literaria terminaron ejerciendo trabajos sin ningún brillo intelectual para poder buscarse la vida. En cambio, sus maridos o parejas sí pudieron continuar ejerciendo sus profesiones como intelectuales reconocidos.

El caso de María Lejárraga es sangrante.

Pues sí. Yo he querido contar en este libro los contra ejemplos, porque de ellos aprendemos lo que no hay que hacer. Una mujer brillante, rodeada de amigos intelectuales que sabían que era ella la que escribía los textos de su marido y que nunca quiso decirlo. Al principio, quizá porque no se atrevió a mostrarse por los prejuicios sociales. Y luego, porque si ella destapaba esa mentira no sabría cómo iba a sobrevivir. Se habían separado porque él tuvo un hijo con la actriz principal de su compañía de teatro, pero ella seguía escribiendo sus obras, incluso guiones de cine, cuando estuvieron en el exilio, porque era la única fuente de ingresos que tenían los dos. De hecho, cuando muere su marido, ella tiene que aparecer con los apellidos de él: Martínez Sierra, para poder cobrar los derechos de autor. Es decir, siguió siendo su negra después de muerto.

Algo que me pareció muy interesante en el libro es el concepto de construcción de la identidad femenina, a pesar de ese destino común.

Sí, pero aunque la construcción de la identidad sea una cuestión íntima, existe un concepto muy interesante, que mencionaba Foucault y que a mí me llamó mucho la atención, que es el de las tecnologías del yo. El Estado y la sociedad generan unas tecnologías que no son evidentes a primera vista y que van determinando cómo eres, que te van construyendo como persona. Desde el horario del colegio al comportamiento que debes tener en clase: cuándo tienes que hablar, cuándo tienes que callar… Yo recuerdo que cuando era pequeña era muy tímida, pero además, en casa estaba mal visto que las mujeres hablaran. Eran los padres y los hermanos los que lo hacían en las reuniones.

El concepto de mujer pública fue sinónimo de prostituta. No podíamos tener o crear opinión porque teníamos que ser modositas y calladas. Así que, cuando me preguntan: «¿Usted es feminista?», contesto que sí, porque, por ejemplo, puedo ver cómo se trata a mis alumnas musulmanas con respecto a las que no lo son. Y cuando ves que, en algunos países, incluso venden a las niñas para dedicarlas a la prostitución o son prometidas en matrimonio contra su voluntad y que éstas prefieren quemarse la cara con ácido para no tener que casarse con un viejo que les produce asco; tengo que ser feminista. Si me callo ante eso, ¿qué dignidad puedo tener yo?

Mercedes Gómez Blesa

Pues, debemos conocerlas…

Sí, hay muchas razones para leer este libro. Primero, por justicia histórica, por conocer a grandes mujeres que han estado ahí, al lado de grandes hombres y que no han tenido visibilidad en su momento. En segundo lugar, porque son mujeres faro que pueden ayudar a otras mujeres a construir su vida… y también a hombres, por supuesto. Después de todo, somos seres humanos todos, sometidos a las miserias de la vida, a las contradicciones, al horror de la guerra, al exilio. Y, ante esas situaciones, aunque podamos reaccionar de manera distinta, también podemos comprendernos más allá de las diferencias de género. Y se trata de [unas historias de] experiencias límite que pueden ayudarnos a ambos.

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Fotografías de Manu Navarro

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