novela negra

Alexis Ravelo en voz alta, «Las flores no sangran»

Alexis Ravelo por Alexis Ravelo, recreamos un extracto de la novela Las flores no sangran, sobre el Pasaje de las Chapas. El autor y su obra, su voz, su letra, sus cambios de entonación según pasa su yo sonoro o su puño por las callejuelas del barrio de Las Palmas de Gran Canaria. Alexis Ravelo lee aquí el Pasaje de las Chapas y, como Daniel Pennac en Como una novela, disfrutamos de la lectura en voz alta.

Música de Sol Rezza

Las Flores no Sangran, publicado por Editorial Alrevés.

«La prostibularia calle Molino de Viento es la trastienda de la muy noble calle León y Castillo, espina dorsal de la ciudad. León y Castillo, por supuesto, es mucho más larga. Molino de Viento se extiende en la más breve franja que separa la calle Lugo de la plaza de La Feria, esto es, constituye una línea casi recta entre la sede de la Presidencia del Gobierno de Canarias y la sede de la Delegación del Gobierno Central en la Isla. Alguna vez algún poetastro pensó que en ella había una metáfora perfecta, porque sirve para que, entre el gobierno central y el autonómico, funerarias, tiendas de manualidades, estancos y locutorios se alternen con los puticlubs, balsas a la deriva en las que mujeres de todas las edades y nacionalidades intentan salvarse del naufragio con el único salvavidas de unos cuerpos que han perdido la decencia, la turgencia y la inocencia. Sí, la calle Molino de Viento es la trastienda de León y Castillo, el espinazo de la ciudad. Y el pasaje de las Chapas, donde vive el Salvaje, viene a ser la trastienda de la trastienda de ese submundo opaco de olor a lejía y zotal, de casitas oscuras decoradas con cachivaches de baratillo a cuyas puertas y ventanas se ofrecen a cualquier hora del día o de la noche las carnes generosas de quienes no tienen más recurso que aquello con lo que vinieron al mundo.

El pasaje se llama así porque en él jugaban a las chapas los niños, allá por los años del gofio y los bocadillos de aceite y azúcar. Pero ya que es la trastienda de la trastienda, el nombre es justo y le sienta perfectamente, y más de una vez, al volver a casa de madrugada, el Salvaje ha tenido que soportar el espectáculo de alguna yonqui que en el pasaje de las Chapas hace una ídem a algún viejo asqueroso en pleno callejón. Las yonquis son lo más arrastrado de Molino de Viento. Aparecen como hongos en las esquinas a partir de medianoche y revenden sus humanidades escuálidas y flojas, sus pajas rápidas o sus mamadas descuidadas a viejos hediondos y no menos cochambrosos, que olvidan que esas mujeres podrían ser sus nietas o, al contrario, lo tienen muy presente mientras ellas les hacen el trabajito. Las yonquis pues, son lo último de lo último, lo más arrastrado de lo más arrastrado, y se diría que el pasaje de las Chapas es su lugar natural.»

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